Jueces 4:1-10
Vivimos en una época en la que el péndulo que oscilaba hacia una mayor libertad y equidad ha empezado a oscilar de nuevo hacia lugares de odio, de miedo y de violencia. Los países caribeños celebran el Día de la Emancipación, que marca el fin del tráfico de seres humanos y la propiedad legal de otro ser humano a partir de una decisión gubernamental. Y sin embargo hay más personas en esclavitud en 2024 de las que hubo durante la Trata Transatlántica de Esclavos y Esclavas. Intentamos convencernos de que somos personas más civilizadas que quienes nos precedieron, que estaban constantemente en guerra y que obtenían sus ganancias a partir del derramamiento de sangre. Sin embargo, las cifras de asesinatos siguen aumentando en donde hay guerras y en sitios de supuesta paz, marcando ese desprecio por la santidad de la vida humana. Tal vez no debamos sorprendernos tanto: los ciclos que se nos presentan en las Escrituras son bastante similares: el pueblo desobedece a Dios, acaba en problemas, Dios cede y envía a una persona a ejercer un rol profético/sacerdotal/real/salvífico, y el pueblo se salva sólo para volver a desobedecer. Este mes, al reflexionar sobre esos ciclos, me detengo en la jueza Débora, una mujer de fuego. Fue lideresa en su comunidad y mediadora, profetisa y comandante militar. Estas fueron las responsabilidades de liderazgo que Dios le confió para restaurar al pueblo. Podemos aprender mucho de su estilo y de sus relaciones si deseamos desempeñar roles similares en nuestros contextos mientras anhelamos una verdadera restauración. En primer lugar, el liderazgo de Débora no era un "espectáculo unipersonal”. Tenía un ayudante, Barac. Tenía el apoyo de las tribus y sus fuerzas. Incluso contaba con la insólita alianza de Jael para conquistar a Sísara. Pienso en todas las formas en que cambiaría nuestro concepto de liderazgo si fuera comunitario: si en lugar de buscar un héroe o una heroína singular que cambie las cosas de forma dramática, reconociéramos que la toma conjunta de decisiones es mucho más poderosa y matizada. Requeriría un sentido de interdependencia que el mundo nos asegura que nos haría parecer débiles. Requeriría de nuestra parte humildad, apertura y la vulnerabilidad de decir: "Ven conmigo". En segundo lugar, el liderazgo de Débora también nos indica que nuestra visión debe estar guiada por la divinidad. Muchas personas que han ejercido el liderazgo en el pasado han abusado del nombre de Dios, tomándolo en vano para librar guerras santas y la destrucción de personas inocentes por causa de sus agendas personales y venganzas. Sin embargo, un liderazgo verdaderamente guiado por Dios se preocuparía de manera especial por los seres más pequeños. Sería uno que elevara no sólo a la humanidad, sino a toda la maravillosa creación de Dios. De hecho, sería un liderazgo que fomentara la construcción de un mundo con plenitud de vida para todas las personas (no para unas pocas elegidas). Y, en tercer lugar, su liderazgo enfatiza que Dios elige a personas diversas y hasta insólitas para cumplir su voluntad. La humanidad todavía está demasiado dispuesta a cerrar filas contra las personas “otras”: a practicar la xenofobia, el racismo, el sexismo, la homofobia, el clasismo y muchas otras cosas, usualmente a partir del miedo o por incomprensión. En este relato, el guerrero Barak se somete al liderazgo de Débora. Confía más en ella que en sí mismo, incluso con una promesa divina que le ha sido dada. Y aunque esa promesa cambia para decirle que Sísara será entregado en manos de una mujer, no responde con un sentimiento de orgullo para reclamar la victoria. Por el contrario, con estos compañeros, elegidos y justificados por Dios, vencen al Rey. Queridas lectoras y queridos lectores, quisiera que puedan reflexionar sobre sus países, sus iglesias y sus comunidades mientras examinan los tipos de liderazgo existentes. Exploren modelos contraculturales que nos inviten a tener una comunidad de líderes y lideresas en lugar de alentar a los seres humanos a tener un complejo mesiánico (ps: ¡ya tenemos uno de esos! Su nombre es Jesús 😊). Consideren las agendas están siendo consideradas en nuestra toma de decisiones. ¿Buscamos la justicia? ¿Estamos aportando a la paz? ¿O estamos sembrando la división para apaciguar a quienes tienen poder e influencia? Y, por último, si su liderazgo parece demasiado homogéneo, pregúntense quién falta en la mesa y por qué. La diversidad es una bendición, no una maldición. Quizá entonces veamos oscilar de nuevo el péndulo hacia nuestro Dios de la Vida, en lugar de hacia un dios de la destrucción. —Rev. Sanya Deharry Iglesia Presbiteriana en Trinidad y Tobago
0 Comments
Leave a Reply. |
AuthorsMembers from CANAAC contribute to these monthly reflections. Archives
September 2024
Categories |