El 1° de julio de cada año, las comunidades de Canadá celebran el Día de Canadá. Conmemoramos la Confederación de antiguas colonias británicas que 1867 conforman la nueva nación de Canadá. La gente celebra con barbacoas en sus jardines, con desfiles, conciertos y muchos fuegos artificiales. Las banderas canadienses se exhiben con orgullo en las casas y en los automóviles; incluso pintamos las caras de nuestros hijos con la hoja de arce. Hay mucho que celebrar sobre nuestra nación. «Detesto y aborrezco sus fiestas religiosas…; Aleja de mí el bullicio de tus canciones…; ¡Pero que fluya el derecho como las aguas, y la justicia como arroyo inagotable! —Amós 5:21-24 Esta pasada primavera, se descubrieron 215 tumbas de niños y niñas sin nombre en la Escuela Residencial India Kamloops, en la Columbia Británica, y otras 751 tumbas sin nombre en la Escuela Residencial Marieval en Saskatchewan. Estas fosas comunes sin marcar son parte del doloroso legado de las escuelas residenciales para indígenas en Canadá. Estas y muchas más fueron administradas por iglesias a pedido del gobierno canadiense durante más de 100 años. Puede leer más sobre el peregrinaje de nuestra iglesia en presbyterian.ca/healing Esperamos más descubrimientos similares en la medida que quienes conservan el conocimiento tradicional compartan historias de sitios similares en todo Canadá. O más bien, a medida que más personas no indígenas escuchen y oigan realmente estas historias. Algunas comunidades han decidido no celebrar el Día de Canadá este año como un signo visible de honra y de lamento. Una red de estaciones de radio transmitió grabaciones de relatos personales de sobrevivientes sobre sus tragedias y sus traumas. Como personas cristianas, seguidoras de Cristo crucificado, sufriente y resucitado, celebramos y al mismo tiempo nos lamentamos, en una suerte de tensión: celebramos lo que nuestro Dios dador de vida y liberador está haciendo en el mundo, y nos lamentamos por nuestros pecados y los de nuestros antepasados, sin importar cuando nos establecimos en esta tierra. Con acción de gracias y con humildad nos unimos al ministerio de la reconciliación en Cristo. — Rev. Matthew Sams Ministro en la Iglesia Presbiteriana Willowdal Toronto, Canadá
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[1] Salió Jesús de allí y fue a su tierra, en compañía de sus discípulos. [2] Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga.—¿De dónde sacó éste tales cosas? —decían maravillados muchos de los que le oían—. ¿Qué sabiduría es ésta que se le ha dado? ¿Cómo se explican estos milagros que vienen de sus manos? [3] ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María y hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros?Y se escandalizaban a causa de él. Por tanto, Jesús les dijo: [4] —En todas partes se honra a un profeta, menos en su tierra, entre sus familiares y en su propia casa. [5] En efecto, no pudo hacer allí ningún milagro, excepto sanar a unos pocos enfermos al imponerles las manos. [6] Y él se quedó asombrado por la incredulidad de ellos. Marcos 6:1-6 [NVI] Este último año ha sido doloroso y frustrante, como consecuencia de la pandemia de la COVID-19 han aumentado el hambre, la inequidad, la desesperación y la muerte. Resulta muy difícil mantener el buen ánimo, las sonrisas y los sueños, en medio de una etapa tan desgastante, por su impacto negativo y duración. Ha cambiado de manera irreversible todo lo que nos era habitual, sin que veamos la salida o posibilidad de alternativas. Todos hemos sufrido cambios y afectaciones, en las diferentes dimensiones de nuestras vidas. En lo personal me declaro dependiente del abrazo, del beso y la sonrisa, no solo por ser un latino "toquetón", sino porque me gusta expresar el cariño de una manera corpórea. Para mí la Comunidad de Fe es uno de los espacios en que compartimos cariño, alimentamos con comida, abrazos y palabras a aquellos hambrientos de cuerpo y espíritu, a la vez que recibimos alimento desde sus vidas. Sufro el distanciamiento, la ausencia de abrazos. Servir como pastor, apoyando en proyectos sociales, en espacios celebrativos-educativos, visitando las casas y las vidas, ha sido hasta ahora un Pentecostés en el que mi voz se suma a la del Pueblo de Dios, hambriento, enfermo, agradecido y celebrante. Extraño eso, como también los espacios del Consejo de Área del Caribe y América del Norte (CANAAC), donde nos encontramos hermanos de diferentes iglesias y países, para conocernos, soñar juntos y celebrar al mismo Dios. En este tiempo podemos coincidir con Jesús en la frustración de vernos sin soluciones suficientes, en el dolor de no poder compartir enseñanzas y sanación como parte de nuestro camino como creyentes cristianos. Sin embargo, pese al asombro, Jesús asumió su fragilidad y de manera humilde encontró nuevas formas de ayudar al continuar su camino. Pensemos en este tiempo de pandemia como un viaje espiritual, en el que escuchemos nuevas y conocidas voces, diciendo palabras inesperadas. Escuchemos la voz esperanzadora de Dios para su Pueblo, en medio del dolor. Aceptemos, aún con asombro, nuestra fragilidad como espacio de revelación de Dios hacia nuevas maneras de vivir. —PP Jesús O. Rodríguez Martínez Iglesia Presbiteriana - Reformada en Cuba Miembro del Comité Directivo de CANAAC Porque «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo». Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito: «¡Qué hermoso es recibir al mensajero que trae buenas nuevas!» Sin embargo, no todos los israelitas aceptaron las buenas nuevas. Isaías dice: «Señor, ¿quién ha creído a nuestro mensaje?» Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo. —Romanos 10:13-17 El versículo 17 de Romanos 10 nos habla hoy a todas las personas, sin importar en qué lugar del mundo estemos trabajando. La CMIR está formada por 232 iglesias miembros que abarcan lugares geográficos de todo el globo: África, Asia, el Caribe, Europa, América Latina, Oriente Medio, América del Norte y el Pacífico. Somos una comunión que trabaja en nuestros variados contextos y locaciones hacia el objetivo común de compartir la fe a partir de lo que se oye: la palabra de Cristo. Nuestro mundo actual se ha visto sumergido en una experiencia idéntica a la de Job (no duden en leer el libro de Job), que puede fácilmente abrumarnos y hacer que el miedo permee cada uno de nuestros movimientos. Afortunadamente, tenemos un don que compartir con el mundo, un don que supera al tiempo, a la edad y a los acontecimientos. La Palabra de Dios es ese regalo y está llena de promesas, de testimonios y de ESPERANZA. De hecho, el mundo necesita oír esta palabra de esperanza en tanto lidiamos con la inestabilidad de la vida en estos tiempos. A lo largo del tiempo, la Iglesia se ha encontrado defendiendo a muchas personas y colaborando con las buenas acciones que se llevan a cabo en favor de la unidad global, la sostenibilidad y la justicia. Como personas que trabajan para el Señor en cualquier ámbito, parece haber un ciclo interminable de protestas sobre las cuales trabajar. Resulta imperioso entonces que, quienes trabajamos en estas funciones, también escuchemos y nos aferremos a las palabras esperanzadoras que las Escrituras contienen, para que no zozobremos en medio de la constante marea de problemas de justicia que sacuden nuestras sociedades. Debemos saturar nuestros espíritus con la Palabra para que lo que salga de nosotros y de nosotras -a través de nuestros labios o de nuestras manos- se rodee de bondad, permitiendo el crecimiento y la gracia. La que sucede es que, cuando la realidad se impone, como a veces ocurre, resulta más atractivo rendirse. La verdad es que el mundo necesita que cada uno y cada una de nosotros y nosotras trabaje diligentemente en sus áreas para compartir la esperanza, la luz, el amor y la gracia. Nuestra tarea es esencial para mantener la bondad y las cosas buenas de esta tierra. La porción de la Escritura de hoy nos impulsa a reconocer que nuestros esfuerzos nunca son en vano. Así que, sigamos trabajando y esforzándonos, trabajando y dando, para que todas las personas que invoquen el nombre del Señor alcancen la salvación. Como Secretario de CANAAC, trabajando en Trinidad y Tobago, un pequeño país del Caribe, valoro la increíble tarea que realizan todas y cada una de las personas en la región de CANAAC y en toda la CMIR. Esto es vivir con propósito y cumplir con la comisión de Jesús: llegar y atraer a las personas al abrazo de Dios, para que ellas también encuentren consuelo, paz, gozo y esperanza en medio de un mundo extraño. ¡Trabajemos todos y todas para el Señor con alegría, sabiendo que servimos junto a muchas otras personas por un mundo mejor, una sociedad justa y un pueblo con esperanza! —Simone Singh-Sagar Coordinador Juvenil Nacional Iglesia presbiteriana de Trinidad y Tobago Secretario de CANAAC [4] Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. [12] Desconcertados y perplejos, se preguntaban: «¿Qué quiere decir esto?» Hechos 2: 4,12 En Hechos 2 Dios reúne a un pueblo disperso, al cumplir la promesa que hizo en Joel 2: «En los últimos días derramaré mi Espíritu...» En un cierre de lo que sucedió en la Torre de Babel, cuando la gente se dispersó y sus idiomas se volvieron incomprensibles entre sí, ahora Dios une a personas de todos los idiomas y reafirma su promesa de salvación. ¿Sabías que en la actualidad se hablan 7.139 idiomas? Como vicepresidenta de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR), me he acostumbrado a escuchar muchos idiomas cuando se reúne nuestra organización. Empleamos intérpretes que traducen para que podamos hacer el trabajo de comunión y justicia de una manera que involucre todas nuestras voces. Se siente como una especie de Pentecostés, cuando hablamos con claridad y escuchamos con atención para que podamos entendernos unos a otros. A veces hablamos diferentes idiomas, incluso cuando empleamos el mismo idioma. Nos malinterpretamos, nos resulta difícil escuchar para comprender. Esto sucede en la arena política, en las redes sociales e incluso en la Iglesia. Como muchos están impacientes por volver a la «normalidad» después de Covid, reconocemos las importantes injusticias que Covid ha acentuado. La CMIR se ha comprometido con «Covid-19 y más allá», un proceso en el que nos preguntamos, «¿Qué exige el Señor de nosotros?» (Miqueas 6: 8). Es una pregunta similar a la que se hace en Hechos 2: «¿Qué significa esto?» Pentecostés brinda la oportunidad de aprender o volver a aprender el idioma del Espíritu. Primero, es el lenguaje de la nueva vida. Las palabras de Jesús en Juan 10: 10, «Vine para que tengáis vida y la tengáis en abundancia» son importantes para la CMIR. Buscamos servir a un Dios de vida en todos los aspectos de la comunión. En el don del Espíritu, volvemos a aprender y reafirmamos el lenguaje de una nueva vida para todos. En segundo lugar, el lenguaje del Espíritu es el lenguaje del amor. Cuando Jesús prometió la venida del Espíritu, dijo que este les recordaría a los discípulos todo lo que Jesús les había enseñado. La noche en que fue traicionado, Jesús dio un nuevo mandato: que se amen unos a otros. Aunque ellos no entendían completamente lo que les esperaba, más que nosotros en este momento, el Espíritu les enseñaría a amar, lo que comienza con escuchar. En tercer lugar, el lenguaje del Espíritu es el lenguaje de la nueva confesión. Después de la resurrección de Jesús, los discípulos respondieron escondiéndose por temor a los judíos. Fue entonces cuando Jesús se apareció y dijo: «Como el Padre me envió, yo os envío». Y con eso sopló sobre ellos y dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Juan 20: 21-22). En Pentecostés, Pedro confiesa audazmente a Jesús como Señor. «Covid y más allá» enfatiza que no solo debemos ser la Iglesia que tiene confesiones, sino que busca confesar con valentía al Dios de la vida en un mundo caído entre los ladrones (Juan 10:10). Amigos, busquemos volver a aprender el lenguaje del Espíritu: un lenguaje de nueva vida, nuevo amor y nueva confesión del Dios de la vida, llamados a la comunión y comprometidos con la justicia. Que podamos discernir juntos cómo Dios nos está llamando a vivir y trabajar juntos en un momento como este. —Rev. Lisa Vander Wal Iglesia Reformada en América Vice Presidenta de la CMIR Como ejecutivo de mi denominación y miembro del comité directivo de CANAAC (Consejo de Área del Caribe y América del Norte) de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR), he estado reflexionando últimamente sobre el estado de nuestro mundo, nuestras naciones, especialmente en América del Norte, y las múltiples divisiones que vemos en nuestra sociedad. Por la manera en que se desarrollan los eventos, parece que todas nuestras instituciones (gubernamentales, sociales e incluso nuestras instituciones religiosas e iglesias) están reaccionando a los eventos del mundo a medida que ocurren. Y con toda esta reacción, me pregunto, ¿quién está liderando? Como cristianos, seguidores de Jesucristo, creo que nuestro Señor tiene algo que decir sobre esta condición en la que nos encontramos. En medio de todas las escisiones, discusiones, desacuerdos y discordias, ¿qué pasaría si hubiera instituciones que modelaran un camino diferente? ¿Qué pasaría si hubiera instituciones que personificaran una forma diferente: una forma de respeto mutuo, una forma que demuestre cuidado y preocupación por los demás, y sí, una forma que demuestre la posibilidad de que podamos cuidarnos y amarnos unos a otros, incluso mientras nos amamos a nosotros mismos? Resulta que tales instituciones existen (o deberían) existir, aunque debo admitir que, en medio de la cacofonía de voces y situaciones que compiten por nuestra atención, estas instituciones parecen haber perdido el rumbo. Esas instituciones, la manifestación física de la Iglesia, en sus múltiples formas, se construyeron para representar una nueva forma de ser, una nueva forma de vida, una nueva forma de amar. Como miembros de la Iglesia de Cristo, estamos llamados a ser un pueblo de esta manera diferente. Estamos llamados a ser pueblo de la vid, como Cristo mismo nos describió en los escritos de Juan 15: [1] «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.» [4] «Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí.» Jesús nos está llamando a la santidad, para mantener una conexión espiritual con Él, y a través de esta conexión, una conexión viva representada por una vid viva, nos está llamando a una conexión espiritual entre nosotros. Me gustaría señalar que en cualquier vid, no hay dos ramas idénticas, el grado de desarrollo puede ser diferente, los tamaños y la posición pueden ser diferentes, y la salud y el crecimiento pueden ser diferentes, pero siempre que las ramas estén conectadas a través del tallo hasta la raíz, sigue siendo una vid alimentada en la fuente. Jesús continúa diciendo, [6] «El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman.» [7] «Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá.» [8] «Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos.» Esta es una promesa emocionante: si permanecemos conectados a la fuente de la vida, Jesucristo, él proveerá para todas nuestras necesidades espirituales, que creo que incluyen la necesidad de pertenencia, la necesidad de unidad, la necesidad de familia. Además, quisiera señalar aquí que la unidad no significa uniformidad. Como cada pámpano de la vid es diferente, también podemos seguir siendo diferentes —diferentes congregaciones, diferentes denominaciones, diferentes expresiones contextualizadas de la vid en diferentes naciones— pero a través de todo, conectados en la raíz a Cristo como fuente de poder. No quiero minimizar la realidad de las dificultades que enfrentamos en nuestras naciones o la realidad de la pecaminosidad significativa que continúa reinando en nuestro mundo. Jesús también reconoce esto en Juan 15 cuando dice: [6] «El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman.» Este es el juicio de Cristo para aquellos que intencionalmente se alejan de la vid. Que no sea así para nosotros. Que nosotros, como cristianos, a pesar de nuestras diferentes perspectivas, diferentes experiencias, diferentes dolores, diferentes historias, sigamos mirando a Cristo como nuestra fuente de vida y, a través de él, nos veamos como ramas compañeras de la misma vid, alimentada por la misma fuente. Y que dejemos la poda al maestro jardinero que es nuestra cabeza. [9] «Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.» Tenemos mucho trabajo por hacer, y antes de hacer ese trabajo, simplemente descansemos en el conocimiento de que somos uno con el creador del universo. Descansemos en el conocimiento de que el trabajo pesado corresponde a Cristo, y al inclinarnos hacia su visión, su ser, su vid, seamos fieles colaboradores en la obra que conduce a una nueva visión de unidad para La Iglesia de Cristo, una unidad que será vista por aquellos que no son de la vid como un ejemplo de lo que podría ser, un ejemplo a seguir por nuestras naciones. —Colin P Watson Sr. Director Ejecutivo Iglesia Cristiana Reformada en Norteamérica CANAAC Coordinador adjunto del Comité Directivo P: ¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte? R: Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo —Catecismo de Heidelberg, Pregunta y Respuesta 1 Como capellana de un hospicio no confesional, paso mis jornadas ofreciendo apoyo espiritual y compañía a las personas que han recibido un diagnóstico terminal, y también a sus seres queridos. Conozco a personas de una amplia gama de creencias religiosas y de diversas orientaciones espirituales, desde aquellas que son muy devotas hasta las que no tienen nada de religiosas. Independientemente de la fe que profesen, la mayoría de las veces lo que buscan las personas cuando se acercan al final de sus vidas es la certeza de que son amadas, de que son importantes y de que no están solas. Se trata de peticiones completamente naturales y de mensajes vitales que hay que recibir, especialmente cuando las personas se enfrentan a la muerte y a la oportunidad de reflexionar más detenidamente sobre lo que significa la vida. Como pastor invitado a tiempos sagrados de transición, es un honor y un privilegio bendecir a las almas humanas con esos mensajes que siempre hay que repetir: eres una persona amada. Eres importante. No estás en soledad. Y si bien mi actividad me llama a espacios con una aguda conciencia de la muerte, los hospicios están lejos de ser la única ventana a la certeza de que la vida en este planeta es temporal. Al momento de escribir este artículo, el mundo se encuentra en el 14º mes de una pandemia global en la que ya 3.352.109 personas han muerto a causa del COVID-19. La violencia y los asesinatos por motivos raciales o étnicos son cada vez más publicitados, a menudo sancionados y perpetuados por los sistemas y poderes de los cuales se espera que sirvan y que protejan la vida humana. Las personas que expresan su género o su sexualidad de forma incomprendida dentro de un marco binario, son objeto de ataques y asesinatos desproporcionados. El consumo desenfrenado y la contaminación están destruyendo la vida de las plantas y de los animales a un ritmo exponencial. Las circunstancias de una muerte pueden ser horribles, sin embargo, la muerte en sí no es la enemiga. “Si vivimos, para el Señor vivimos; y, si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos.” (Roman0s 14:8 NVI). La clave está, por lo tanto, en saber que, ya sea en la vida o en la muerte, somos personas amadas, que importamos y que no estamos solos o solas. ¿Puedes imaginar el florecer posible de toda la creación si creyera y experimentara realmente que estos mensajes son verdaderos en cada momento de cada día? La Reforma Protestante afirmó la inmediatez de la presencia de Dios y eliminó las barreras para que las personas laicas conocieran y experimentaran a Dios a través de un culto y de unas Escrituras cada vez más accesibles. Sin embargo, el culto y las Escrituras no son nuestros únicos puntos de acceso a Dios. En mi denominación, nos gusta decir que "Dios continúa hablando". Esta afirmación contiene el hecho de que Dios ciertamente habla a través de la Escritura, pero ésta no fue ni el principio ni el final de la revelación de la verdad y del amor de Dios hacia la humanidad. La Iglesia, por ende, es convocada a cultivar siempre la imaginación y la atención a las innumerables formas en que Dios nos tiende la mano para hacernos saber que importamos, que somos personas amadas y que no estamos solos o solas. ¿Puedes percibir el amor de Dios por ti en un diente de león, en una vacuna o en un sorbo de agua limpia? ¿Puedes sentir que Dios te demuestra lo que vales a través de una relación amorosa en tu vida, la fuerza de tus emociones o una pieza musical? ¿Puedes sentir que no estás solo o sola cuando sientes la tierra debajo de ti, cuando una persona que no conoces asiente o te sonríe y te dice "que tengas un buen día", o cuando otra bocanada de oxígeno entra en tu cuerpo, por un momento más? Independientemente de quién seas tú o de dónde te encuentres en el camino de la vida, al considerar tu propia mortalidad, por cercana o lejana que sea en el futuro, que puedas hallar consuelo al saber que pertenece plenamente a Dios. —Rev. Bethany Joy Winn Iglesia Unida de Cristo, EEUU de NA Bethany es una ministra ordenada en la Iglesia Unida de Cristo (UCC, por sus siglas en inglés). Actualmente se desempeña como capellana en Spectrum Health Hospice and Palliative Care en Grand Rapids, Michigan, EE. UU. De NA. En 2017 fue miembro de la delegación de la UCC a la Asamblea General de la CMIR (Comunión Mundial de Iglesias Reformadas) realizada en Leipzig, Alemania. A medida que la incipiente iglesia cristiana se dispuso a prepararse para su papel y misión, el poder de Pentecostés irrumpió en las vidas de esos primeros creyentes, con un viento impetuoso y lenguas como de fuego... Sucedió que antes de que la iglesia se conociera a sí misma como una iglesia, los miembros habían recibido instrucciones específicas del Señor resucitado. Ese variopinto grupo de creyentes, compuesto por "los once" y otros creyentes, posiblemente sus amigos y parientes, y amigos y parientes de Jesús, incluida su madre, María, había recibido, y estaba esperando, más instrucciones dadas por Jesús, antes de su Ascensión. Los cuatro relatos de los evangelios registran estas instrucciones en diferentes niveles de detalle: Mateo 28, 16-20, Marcos 16, 15-20, Lucas 24, 47-53 y Juan 21, 15-22. Los versículos 2 al 10 del capítulo 1 de los Hechos de los Apóstoles también corroboran estos relatos. Si categorizamos los eventos que marcan la génesis de la fe cristiana, descubrimos que estas instrucciones inequívocas, junto con la experiencia real de presenciar la ascensión, con las instrucciones adicionales de los “dos hombres de blanco” (Hechos 1, 10) jugaron un rol importante. Estas experiencias prepararon a hombres y mujeres individuales, así como al grupo en su conjunto, los líderes de primera línea de este nuevo movimiento, que a su vez se convertiría en la iglesia cristiana. En el capítulo 1 de Hechos encontramos un resumen de estas instrucciones: «Una vez, mientras comía con ellos, les ordenó:—No se alejen de Jerusalén, sino esperen la promesa del Padre, de la cual les he hablado: Juan bautizó con agua, pero dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo. —No les toca a ustedes conocer la hora ni el momento determinados por la autoridad misma del Padre —les contestó Jesús—. Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.» Hechos 1, 4-5,7-8 (NVI) La respuesta de los seguidores a estas instrucciones, basada en su experiencia de haber presenciado la gloria de Dios en la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús, fue un factor clave que contribuyó a su preparación para la gloria de Dios, ya que vino a ser revelado en el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés: Siguieron las instrucciones que habían recibido. Regresaron a Jerusalén y esperaron. Se reunieron en comunidad, tanto hombres como mujeres. Estaban unificados. Se entregaron a la oración. Escucharon la Palabra de Dios proclamada entre ellos e hicieron lo que hoy llamamos "planificación de la sucesión", reconociendo al mismo tiempo el liderazgo y la guía de uno de ellos, y actuando sobre esa misma guía en beneficio y fortalecimiento de la unidad ( Hch 1, 13-26). ¡Que ejemplo tan asombroso para seguir por a iglesia de hoy! Y así fue que estos fundadores originales de nuestra iglesia cristiana, estaban "todos unánimes en un mismo lugar" (Hechos 2, 1), cuando el poder del Espíritu Santo vino, como un poderoso sonido del cielo, llenando el lugar donde se habían reunido, y lenguas divididas, como de fuego, la manifestación real de la presencia y el don del Espíritu Santo, reposaba sobre ellos. Lo más glorioso de todo fue que estas lenguas divididas visionarias engendraron lo que sería el primer milagro de la iglesia: la asombrosa habilidad sin precedentes de los empoderados para predicar la palabra a todos aquellos en la multitud que se había reunido para contemplar el evento. La asombrosa verdad de ese primer Pentecostés fue que la Palabra proclamada fue recibida en los propios idiomas de los oyentes... incluso sin que los hablantes fueran capaces intelectualmente por sí mismos de hablar los dialectos de los más de quince grupos nombrados (partos, medos, elamitas , hombres de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, Libia, Cirene, Roma, Creta y Arabia) que se habían reunido en ese lugar. Fue un evento de proporciones literalmente milagrosas. También fue un presagio de como el mensaje del evangelio llegaría a penetrar “todo el mundo / la tierra” (Mateo 28, 20, Hechos 1, 8). Además, en la armonía que reina dentro de toda la Escritura, fue un cumplimiento de la profecía de Joel: 2, 28. Y aún más, en una bendita reversión del terrible evento de la Torre de Babel (Génesis 11, 1-9), los seres humanos ya no estaban separados por el lenguaje. En cambio, al depositar su confianza en Dios, Él mismo, en Su misericordia, a través de la gloria del Hijo y el poder del Espíritu Santo, presidió una iglesia unificada y recién nacida, capacitando a los testigos de Dios y a Su pueblo para hablar, para escuchar y recibir su único y verdadero mensaje de amor y salvación. En esto también podemos regocijarnos, porque incluso ahora, en estos tiempos difíciles, debido a la obra del Espíritu Santo en Pentecostés, la iglesia cristiana continúa recibiendo la promesa, la presencia y el poder de Pentecostés. —Jesslyn Ramlal Iglesia Presbiteriana en Trinidad y Tobago Jesslyn es presbítera y predicadora laica de la Iglesia Presbiteriana en Trinidad y Tobago. También es Secretaria del Consistorio de su región pastoral, secretaria de su junta local, presidenta del grupo de mujeres, miembro del coro y maestra de escuela dominical.
«Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo.» --Gálatas 6: 2 (NVI) Cargas: es poco probable que exista una persona en el planeta que no haya soportado algún tipo de carga durante el último año. Algunos han soportado la carga de ser un trabajador esencial, cuidando a personas enfermas con la COVID-19 en hospitales e instalaciones de atención, o trabajando en tiendas de comestibles. Otros han soportado el peso de la pérdida: seres queridos que han muerto o ellos mismos portan una “COVID prolongada” debido a problemas de salud continuos. Otros han perdido sus trabajos debido a una economía plagada de problemas relacionados con la COVID. Y otros han soportado el peso de la soledad y la desesperación mientras la pandemia ha continuado sin disminuir en muchas regiones. Ha sido un tiempo difícil y en muchos lugares del mundo aún sigue empeorando. Este es un momento apropiado para que internalicemos las palabras de Pablo en Gálatas 6, porque él apropiadamente nos recuerda que las cargas nos pertenecen a todos. La imagen que Pablo da es la de la reciprocidad, en la que reconocemos que los demás tienen dificultades y estorbos incluso como nosotros. Algunos pesan más que otros, pero eso no significa que no sean difíciles de llevar. En algunos contextos, como los Estados Unidos, ha habido una tendencia a que la gente quiera "acabar con" la COVID, aunque la COVID claramente no ha terminado con nosotros. Queremos recuperar nuestra antigua libertad de movimiento, sin obstáculos; queremos volver a los días antes de que comenzara la pandemia. Pero aquí es donde nos llegan las palabras de Pablo, invitándonos a "llevar" más preocupación por ayudar al otro con su carga que por liberarnos de la nuestra. Lugares de nuestro mundo como la India, donde tenemos muchos amigos en la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR), están experimentando una pérdida tremenda y desgarradora. ¿Cómo podemos llevar sus cargas mediante la oración y la preocupación tangible? Muchos lugares del mundo carecen de vacunas. ¿Cómo podemos hablar por la justicia al alentar a los "ricos" a compartir con los que "no tienen"? ¿Cómo podemos acercarnos a aquellos que han perdido a sus seres queridos para ayudarlos a sobrellevar la carga de la pérdida? ¿Cómo podemos animar a los que están solos y deprimidos? A medida que viajamos durante la Cuaresma, la temporada de Pascua y más allá, recordamos que Jesús cargó con nuestros dolores y penas. Que cada uno de nosotros refleje a Cristo, para que con humildad podamos valorar y cuidar a quienes nos rodean de la misma manera que Él lo ha hecho por nosotros. —Rev. Dr. Lisa Vander Wal Iglesia Reformada en Norteamérica Vice Presidenta de la CMIR Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» Mateo 26:39 (NVI) Recibí mi llamado al ministerio cuando tenía 18 años. Me había arrodillado al lado de mi cama y en oración le decía a Dios que no quería convertirme en ninguna de las cosas que había deseado ser en el pasado: médico, abogado, detective forense, solo en lo que Dios quería que me convirtiera. Recuerdo haber tenido una visión de personas que necesitaban escuchar el evangelio y deduje que Dios me estaba llamando al ministerio. Sin embargo, en ese momento, debido a que todavía era católico romano, sentí que este llamamiento significaba que tendría que ingresar al sacerdocio. Eso era algo que no quería hacer porque deseaba tener una familia. Le reconocí a Dios que no quería ser sacerdote; sin embargo, en sumisión de mi voluntad a la de Dios, dije, «aunque esto no es lo que quiero, me convertiré en sacerdote porque sé que me proporcionarás la habilitación y la plenitud que deseo». El momento de mi llamado fue la primera vez que recuerdo que Dios me pidió que hiciera / me convirtiera en algo y, a pesar de no querer, dije que sí. Desde entonces, en numerosas ocasiones el llamado de Dios, desde mi perspectiva, fue inconsistente con lo que deseaba; sin embargo, a cada paso, respondía: «si esto es lo que deseas, aunque no sea lo que yo quiero, lo haré». Jesús, en el huerto de Getsemaní, se enfrentó a la elección de perseguir el propósito de su vida o la autopreservación (ver también Marcos 14: 32-42; Lucas 22: 39-46). Sin embargo, se rindió a la voluntad de Dios en lugar de ceder a sus deseos. En su súplica y respuesta, tenemos una ilustración de lo que significa negarse a uno mismo: «Padre, si es posible, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Mateo 26:39). Jesús se apartó momentáneamente de la idea de la «copa» de la Cruz, pero casi instintivamente, retrocedió ante la idea de no obedecer al Padre. Sin duda, esta vacilación momentánea se debió a las artimañas del Tentador que había tratado de hacer que abandonara su ministerio con la promesa de prestigio, poder y posesiones (Mateo 4: 1-11). También intentó desviar el encuentro de Jesús con la cruz haciendo que Pedro insistiera en que Jesús no debería seguir la Vía Dolorosa. En respuesta, Jesús, sabiendo muy bien quien instigó las palabras de Pedro, dijo: «¡Apártate de mí, Satanás! Eres un obstáculo en mi camino, porque estos pensamientos tuyos no provienen de Dios, sino de la naturaleza humana.» (Mateo 16: 21-23) Satanás había logrado que Adán y Eva pecaran al dudar de si Dios realmente tenía en el corazón lo mejor para ellos y al insistir en que Dios no es digno de confianza. Cada vez que Dios nos llama, tenemos que determinar si es digno de confianza, nos ama más allá de toda medida y siempre tendrá nuestro mejor interés en el corazón (es decir, como Dios, no nosotros, sabe cual es nuestro mejor interés) . Cuando respondemos al llamado de Dios en nuestras vidas, es posible que no acumulemos riquezas, no ganemos prestigio ni ejerzamos poder, pero siempre podemos esperar ser realizados. Siempre que vivamos dentro de la voluntad de Dios encontraremos la vida plena. Cuando estaba en el seminario en Carolina del Norte, tuve dificultades con las personas que a menudo se consideraban exitosas en el ministerio. Siempre eran pastores con varios miles de miembros en la lista de su iglesia. Siempre he sostenido que el ministerio exitoso no es necesariamente uno próspero, sino el que es fiel en su llamado y trabaja en él diariamente para la gloria de Dios, ya sea que otros reconozcan o no el valor de su labor. Recibir el llamado de Dios, expresando nuestras reservas, nuestras dudas y nuestros temores a Dios está bien e incluso es recomendable. Dios conoce nuestros pensamientos más íntimos y Dios también conoce nuestro corazón. Mi experiencia ha sido que, aunque al principio fui reticente a seguir el camino de Dios, una vez que me rendí a su voluntad, mi vida siempre ha sido rica y satisfactoria. Una vez que estoy viviendo dentro de la voluntad de Dios, en todo momento, Dios ha provisto los recursos que he necesitado. Desde aquel primer llamado de Dios a mi vida, he aprendido a vivir a la luz de la verdad de las palabras de Jesús: «Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas» Mateo 6: 33 (NVI). Siempre que Dios llama y podemos discernir la voluntad de Dios, nuestra única respuesta debe ser una de confianza y obediencia en la que digamos: «¡Señor, no se haga mi voluntad, sino la tuya!» —Rev. Dr. R. Osbert James, OBE Ministro y Moderador Iglesia Presbiteriana en Granada Entonces les contó esta parábola: El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. Así que se puso a pensar: «¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha.» Por fin dijo: «Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida.» Pero Dios le dijo: «¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?» «Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios.» Lucas 12:16-21 (NVI) En Canadá, aquellos que ganaban más de $ 25 la hora antes de la pandemia en realidad han estado mejor financieramente que los que ganaban menos que eso, como resultado de la pandemia. A los que ganan menos les va peor. Ellos son los que están perdiendo sus trabajos, los que no tienen paga por enfermedad, los que no pueden pagar un buen cuidado infantil, los que son más vulnerables al COVID-19. $ 25 por hora es mucho dinero en muchas partes del mundo, pero un hecho que no conoce fronteras: los más vulnerables en la pandemia son los que tienen ingresos más bajos. En Canadá eso incluye a los pueblos indígenas. Entonces, ¿no es irónico que durante esta crisis monumental de la pandemia, los canadienses hayan acumulado ahorros récord, especialmente aquellos a quienes les fue bien al principio? El economista jefe de uno de nuestros bancos nacionales dijo que para fines de 2020, ¡Los canadienses habrían ahorrado cerca de 200 mil millones de dólares! Normalmente, los canadienses ahorran a una tasa de alrededor del 1,7% de sus ingresos. El año pasado estuvo más cerca del 25% durante gran parte del año. Ese dinero no ha ido a ayudar a los más vulnerables, ha ido a cuentas bancarias personales y cuentas de ahorro libres de impuestos y fondos mutuos. Los asesores financieros piensan que es genial: construya un granero más grande y coloque el dinero allí mientras pueda. Creo que Jesús nos habla a través de la parábola del rico insensato. Sé que me está hablando y no es tan cómodo. ¿Qué estamos haciendo con nuestros graneros? ¿Construyendo otros más grandes? A medida que finaliza la pandemia, una de las preguntas planteadas es cómo se garantizará la salud y el bienestar, especialmente de los vulnerables, y de aquellos que han estado en mayor riesgo financiero. Iglesias y otros miembros de la sociedad describen esto como «Una recuperación justa para todos». Estos son los principios de «Una recuperación justa para todos»:
Los cristianos, especialmente en Canadá, se encuentran en un momento en el que se pondrá a prueba su fe en acción. Tenemos la oportunidad de movilizar nuestros propios recursos para siempre y de abogar por una recuperación justa para todas las personas en los próximos meses. Ahora es el momento de considerar esto. Esta es una parábola en la que las palabras de Jesús son muy claras para nosotros cuando dice: «Lo mismo ocurre con los que acumulan tesoros para sí mismos, pero no son ricos para con Dios». Oremos por una recuperación justa para todos. Trabajemos por una recuperación justa para todos. —Rev. Stephen Kendall Secretario Principal, Iglesia Presbiteriana en Canadá Toronto, Ontario, Canadá |
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January 2023
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