Aceptación, sumisión, adaptación y claridad
Si te preguntaran, "¿Qué cosa has aprendido del año 2020?", ¿cuál podría ser?
A mí me viene a la mente la palabra aceptación. Algo que el pasado año nos ha demostrado es que no siempre estamos en control de las cosas que suceden en nuestro entorno, aunque sí podemos controlar cómo reaccionar ante ellas.
Trinidad y Tobago tiene una población de más de 1,3 millones de personas y registra a más de 60,000 migrantes de Venezuela residiendo actualmente aquí. Están huyendo de un sistema de gobierno que ha contribuido a la caída de su economía, provocando una falta de recursos elementales para su pueblo. Recientemente conocí a una mujer joven que tiene un título en medicina obtenido en una de las mejores universidades de Venezuela. En circunstancias normales, su especialidad debería brindar suficientes oportunidades y un ingreso decente, pero, dentro de Venezuela, el promedio mensual de ingresos es de aproximadamente 50 dólares norteamericanos. Desde que obtuvo su condición de asilada en Trinidad, no ha podido ejercer su título de cinco años, sino que trabaja ahora como empleada doméstica para una familia trinitense.
Lo que podríamos haber considerado uno de los años más difíciles de nuestras vidas, es tan solo una aproximación a la lucha diaria que enfrentan muchas otras personas. Algunas personas están experimentando la falta de empleo, la pérdida de seres queridos y el temor ante un futuro desconocido. Si te pidieran que reflexionaras sobre tu vida de justamente un año atrás, ¿podrías haber predicho lo que sucedería? Muy posiblemente no, pero el Dios al cual servimos sabía exactamente lo que vendría.
Como personas creyentes en Jesucristo, se nos enseña a someternos a él en todas las circunstancias, a confiar en su entendimiento y no en el nuestro propio (Proverbios 3:5-6). Someternos a Dios implica reconocer que Dios tiene la total autoridad sobre lo que sucede a nuestro alrededor. Por lo tanto, debemos entregar nuestras vidas a la autoridad y al control de Dios. Esto no siempre es fácil cuando vemos lo que sucede en el mundo, ya que puede llevarnos a cuestionarnos: "¿cuál es el plan de Dios en todo esto?" Por lo tanto, ¿qué podemos hacer como seguidores y seguidoras de Cristo?
Al confrontarnos con esta situación de desesperanza, nuestra única opción es la sumisión; permanecer en quietud, sabiendo que Dios está allí (Salmo 46:10) y que Dios nunca nos ha dejado ni habrá de abandonarnos, sin importar cuán mala se presente la situación.
Durante mucho tiempo nos hemos dicho que las cosas mejorarían cuando todo volviera a la normalidad durante 2020; pero esa “normalidad” nunca llegó. Necesitábamos desarrollar una mentalidad que ya no se conformara con lo que tuvimos anteriormente, sino que aceptara lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor. Necesitábamos desarrollar una “nueva normalidad” y adaptarnos a aquello en lo que el mundo se estaba convirtiendo. Las personas han perdido muchas cosas en el último año y, si bien pudiera parecer más sencillo seguir pensando en lo que se ha perdido, la única manera de avanzar es llegar a un punto de aceptación que les ayude a adaptarse a la nueva situación.
Luego de haber aceptado lo que sucede en nuestros entornos y de habernos sometido a la voluntad de Dios, llega nuestro ruego por claridad. Salmo 32:8 (NVI): “Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti". Debemos pedirle a Dios que guíe nuestros próximos pasos en la dirección que sea.
Mi oración para todos y todas en este nuevo año es que tomemos todo lo que hemos aprendido durante el año pasado y lo apliquemos a lo que está por venir. Nuestra aceptación del plan de Dios nos llevará a someternos mejor a la autoridad de Dios y a adaptarnos a cada situación, sin olvidar que siempre debemos buscar la claridad de Dios para poder discernir la dirección por la cual Dios nos está guiando.
—Sra. Alicia N. Mathura
Líder juvenil
La Iglesia Presbiteriana de Trinidad y Tobago
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