Con qué autoridad
Nací y crecí en Puerto Rico, donde vivo y trabajo, así que estoy orgullosa de mi hermosa isla caribeña. Una de las cosas que a este país le apasiona es la política. Esperábamos que los candidatos políticos no dijeran una cosa e hicieran otra, tampoco que los religiosos fingieran ser políticos ni que los políticos se disfrazaran de religiosos. El país está cansado de promesas incumplidas, falta de coherencia, verticalidad, lealtad y justicia. A su vez, esto ha provocado un hastío y un cansancio extremos que, sumados a los huracanes, terremotos, la pandemia y muchas otras circunstancias, contribuye a que no podamos encontrar nuestro bienestar en ninguno de nuestros partidos políticos.
Hablando una vez más a políticos y líderes religiosos, en Mateo 21: 23-32 nos encontramos con una situación similar a la actual. Jesús conocía de primera mano la autoridad con la que los líderes religiosos de alto rango lo interrogaban: ¿Con qué autoridad haces estas cosas y quién te dio esta autoridad? (Mateo 21:23). Por esa razón el confronta su realidad: si responden a mi pregunta, responderé la suya acerca de la autoridad que tengo. Por ende, quedó demostrado que no tenían el poder necesario para enfrentarse a la autoridad de Jesús. Con esto quiero decir que ninguna autoridad detuvo a Jesús de Nazaret. Por el contrario, cualquier autoridad opuesta a quien lo guiaba, era motivo suficiente para desarrollar acciones contundentes, extraordinarias y poderosas. Quizás por esta razón, la palabra griega original en las escrituras para autoridad, también puede traducirse como poder. ¿Qué nos dice esto hoy? Que los que reclaman su propia autoridad no son más que autoritarios que desean establecer pautas basadas en sus criterios propios y únicos, en detrimento de las demás personas y con prejuicios, planteando exigencias que quienes las exigen son incapaces de cumplir.
Una vez más, Jesús los confrontó con la parábola del padre que tenía dos hijos. Mientras uno de los hijos dijo que sí a la solicitud de su padre, que le pedía ira a su campo, el otro dijo que no. El que respondió afirmativamente nunca llegó, y el que dijo que no cambió de opinión. Finalmente, éste último fue quien llegó al campo de su padre para vivir, trabajar y quedarse. ¿Quién hizo la voluntad de Dios? Aquel que respondió al llamado, y que obtuvo el liderazgo en el Reino del Padre. Según Jesús, son las hijas y los hijos del Padre quienes, aunque parezcan llegar tarde o abandonados, que no avanzan, que no siguen, que no llegan a tiempo, que no lo merecen, terminan al frente. Porque no se trata de quién va primero o cuándo llegan, se trata de llegar a la viña del Señor; se trata de pertenecer y permanecer. No se trata de decir sí solo con palabras, y luego, hacer con las acciones lo contrario a la voluntad de Dios. Esas son las personas que no avanzan.
Lo mismo pasa en la vida. Aunque parezca que muchas personas van por delante nuestro, porque somos hispanos, porque no somos bilingües, porque somos negros, morenos, mestizos, indígenas, mujeres, niños o niñas, de un partido o del otro, porque somos o no somos de la iglesia, de una o de otra, o porque pertenecemos a muchas otras áreas, la realidad es que la vanguardia de la viña del Padre la llevan quienes hacen la voluntad de Dios. Aquellas personas que, siendo indignas, reciben amor, servicio, educación y son bienvenidas al Reino de Justicia. Allí reside la autoridad y el poder.
Es por esto que hoy, mientras la autoridad, el poder y las habilidades para actuar en el nombre de Dios continúan siendo cuestionados, debemos vivir por la autoridad y el poder del amor, la compasión, la misericordia, la salvación, la libertad, la sanación, la enseñanza y el amor de Dios. Vivamos en el “sí” de Aquel que, tomando la iniciativa, nos dijo “sí” primero: Jesucristo el Señor. Que así sea. Amén.
—Rev. Dr. Marielis Barreto, Pastora
Primera Iglesia Presbiteriana
Aguada, Puerto Rico
Primera Iglesia Presbiteriana
Aguada, Puerto Rico