Cuidándonos mutuamente
Me he dado cuenta de un fenómeno llamativo en las últimas semanas. En este tiempo aterrador del COVID-19, la incertidumbre parece haber alterado la manera en que las personas reaccionan entre sí.
Este no es un comentario sobre qué figura política está haciendo más cosas para proporcionar la ayuda y el aliento necesarios en nuestras circunstancias actuales. Tampoco es un análisis científico de qué experto o experta tiene mejor información y de mayor confianza para guiarnos más allá (¡eso esperamos!) de esta pandemia. Más bien, lo que he notado es que las personas que normalmente al encontrarse con otra en el pasillo del almacén, se reconocían de alguna manera y tal vez hasta se saludaban, ahora están desviando la vista, conteniendo la respiración y evidenciando temor hacia la otra persona. Y dado que a menudo usamos cubre bocas, tampoco es posible visibilizar una sonrisa aunque se la ofreciera
Ahora bien, es importante en este momento que las personas nos resistamos a propagar el virus y que evitemos ser descuidadamente vulnerables a recibirlo de otra. Se nos recomienda que permanezcamos en casa y que tomemos distancia física de otras personas. Pero parece que las personas sospechamos de y tememos a las demás en lugar de tratar de brindarles aliento, apoyo y la certeza de que todas estamos juntas en esto.
Hebreos 10:24-25 dice, “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. 25 No dejemos de encontrarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.” (NVI). En estos días difíciles, debemos necesariamente "evitar el encuentro" para amarnos y protegernos mejor. Pero la pregunta sigue siendo, ¿cómo podemos seguir practicando el amor, las buenas obras y animarnos mutuamente en estos días de distanciamiento físico?
Como pastora, tengo plena conciencia de todas aquellas personas que no puedo visitar: la mujer cuya hija murió de cáncer esta semana; la persona cuyo ser querido está en un hospital en una fase terminal; el señor que lucha con su ansiedad, cuyo trabajo exige más de él trabajando desde su casa; la anciana que celebró su cumpleaños 95 en soledad. Puedo llamar, rezar, escribir notas, pero no puedo proporcionar una pastoral presencial.
Sin embargo, en el año de nuestro Señor 2020, tenemos oportunidades que no estaban disponibles en tiempos anteriores: llamadas telefónicas y mensajes de texto, correo electrónico, plataformas como Facebook, Twitter, WhatsApp, etc., además del correo postal. Si bien no todas las personas tienen acceso a Internet y a las redes sociales, aún podemos recibir y comunicarnos de un modo más tradicional.
Pero la pregunta es, ¿estamos dispuestos, estamos dispuestas? ¿Tenemos la disposición a salir de nuestras propias burbujas para ir al encuentro del otro, de la otra? Siempre he creído que una de las principales formas en que el Espíritu obra en nosotros y nosotras es a través del poder de la sugestión y de la inspiración. Entonces, ¿quién viene a tu mente como alguien que podría beneficiarse si le llamares por teléfono? ¿A quién te sientes inspirado o inspirada a contactar y a bendecir? ¿Quién te ha bendecido a ti? Uno de estos domingos pasados, luego de la transmisión en vivo de nuestro culto del domingo de Ramos por Facebook, un miembro de nuestra congregación me llamó para agradecerme, ya que fue el primer culto del que pudo participar desde que terminamos los cultos presenciales el 15 de marzo. Creo firmemente que el Espíritu la inspiró para llamarme y bendecirme.
Una de mis fervientes ruegos es que cuando todo ya esté dicho y hecho en esta pandemia, las personas que seguimos a Cristo nos hayamos centrado menos en nosotras mismas y más en las otras personas; que nos hayamos preocupado tanto por la persona que está en un país al otro lado del mundo como por la persona que se encuentra en nuestra esfera inmediata de relaciones. En resumen, que quizá hayamos aprendido a cuidarnos mejor. Que Dios los y las bendiga a todos y todas hasta que ese día llegue.
Este no es un comentario sobre qué figura política está haciendo más cosas para proporcionar la ayuda y el aliento necesarios en nuestras circunstancias actuales. Tampoco es un análisis científico de qué experto o experta tiene mejor información y de mayor confianza para guiarnos más allá (¡eso esperamos!) de esta pandemia. Más bien, lo que he notado es que las personas que normalmente al encontrarse con otra en el pasillo del almacén, se reconocían de alguna manera y tal vez hasta se saludaban, ahora están desviando la vista, conteniendo la respiración y evidenciando temor hacia la otra persona. Y dado que a menudo usamos cubre bocas, tampoco es posible visibilizar una sonrisa aunque se la ofreciera
Ahora bien, es importante en este momento que las personas nos resistamos a propagar el virus y que evitemos ser descuidadamente vulnerables a recibirlo de otra. Se nos recomienda que permanezcamos en casa y que tomemos distancia física de otras personas. Pero parece que las personas sospechamos de y tememos a las demás en lugar de tratar de brindarles aliento, apoyo y la certeza de que todas estamos juntas en esto.
Hebreos 10:24-25 dice, “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. 25 No dejemos de encontrarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.” (NVI). En estos días difíciles, debemos necesariamente "evitar el encuentro" para amarnos y protegernos mejor. Pero la pregunta sigue siendo, ¿cómo podemos seguir practicando el amor, las buenas obras y animarnos mutuamente en estos días de distanciamiento físico?
Como pastora, tengo plena conciencia de todas aquellas personas que no puedo visitar: la mujer cuya hija murió de cáncer esta semana; la persona cuyo ser querido está en un hospital en una fase terminal; el señor que lucha con su ansiedad, cuyo trabajo exige más de él trabajando desde su casa; la anciana que celebró su cumpleaños 95 en soledad. Puedo llamar, rezar, escribir notas, pero no puedo proporcionar una pastoral presencial.
Sin embargo, en el año de nuestro Señor 2020, tenemos oportunidades que no estaban disponibles en tiempos anteriores: llamadas telefónicas y mensajes de texto, correo electrónico, plataformas como Facebook, Twitter, WhatsApp, etc., además del correo postal. Si bien no todas las personas tienen acceso a Internet y a las redes sociales, aún podemos recibir y comunicarnos de un modo más tradicional.
Pero la pregunta es, ¿estamos dispuestos, estamos dispuestas? ¿Tenemos la disposición a salir de nuestras propias burbujas para ir al encuentro del otro, de la otra? Siempre he creído que una de las principales formas en que el Espíritu obra en nosotros y nosotras es a través del poder de la sugestión y de la inspiración. Entonces, ¿quién viene a tu mente como alguien que podría beneficiarse si le llamares por teléfono? ¿A quién te sientes inspirado o inspirada a contactar y a bendecir? ¿Quién te ha bendecido a ti? Uno de estos domingos pasados, luego de la transmisión en vivo de nuestro culto del domingo de Ramos por Facebook, un miembro de nuestra congregación me llamó para agradecerme, ya que fue el primer culto del que pudo participar desde que terminamos los cultos presenciales el 15 de marzo. Creo firmemente que el Espíritu la inspiró para llamarme y bendecirme.
Una de mis fervientes ruegos es que cuando todo ya esté dicho y hecho en esta pandemia, las personas que seguimos a Cristo nos hayamos centrado menos en nosotras mismas y más en las otras personas; que nos hayamos preocupado tanto por la persona que está en un país al otro lado del mundo como por la persona que se encuentra en nuestra esfera inmediata de relaciones. En resumen, que quizá hayamos aprendido a cuidarnos mejor. Que Dios los y las bendiga a todos y todas hasta que ese día llegue.
—Rev. Lisa Vander Wal
Iglesia Reformada en América
Vicepresidenta de la CMIR