La dificultosa tarea del discipulado
Este es un tiempo difícil para ser iglesia en Canadá, donde vivo, como seguramente sucede en otras partes del mundo. La pandemia del COVID-19, que viene afectando al mundo en este 2020, ha dificultado la vida de nuestras congregaciones y nuestros ministerios: poniéndole coto a nuestros habituales encuentros de adoración, compañerismo y servicio; obligando a cancelar muchos eventos y programas; aumentando la necesidad del cuidado pastoral; estirando nuestros recursos financieros hasta el punto de quiebre; y probando la capacidad de nuestros liderazgos para adaptarse a nuevas formas de ser iglesia y de darle continuidad a nuestros ministerios.
La pandemia también ha puesto a la luz importantes y preocupantes inequidades e injusticias que son continuas y sistémicas en nuestra sociedad. Si bien los y las canadienses tendemos a pensar en nosotros y nosotras como personas acogedoras y hospitalarias, ha quedado en claro que no estamos cumpliendo con nuestro ideal de ser una sociedad inclusiva y multicultural que recibe y abraza la diversidad. De hecho, tenemos serios problemas con el racismo y la violencia contra las personas negras, indígenas y otras personas de color. Aunque se han producido actos de racismo flagrantes, el problema más profundo es el racismo sistémico que se encuentra impregnado en nuestros procesos y en las políticas gubernamentales y que se hace más evidente en tiempos de crisis, cuando salta a la vista que ciertas comunidades están sufriendo desproporcionadamente más que otras.
Como nos recuerda la Confesión de Accra, como iglesia “Creemos que Dios nos llama a ponernos del lado de las víctimas de la injusticia. Sabemos qué es lo que el Señor pide de nosotros: ser artífices de la justicia, amar la misericordia y transitar los caminos de Dios (Miq. 6:8)"(25). Por lo tanto, hemos estado escuchando a las minorías visibles dentro de nuestra denominación, y hemos estado aprendiendo que la pandemia es simplemente revelar problemas que ya estaban presentes en la sociedad e incluso dentro de la iglesia. Hemos sentido la urgencia, de modo especial de nuestras comunidades indígenas, por hablar y actuar ahora en favor del bienestar de su gente que sufre y que muere. También tenemos cada vez más conciencia acerca de la complejidad de los problemas, profundamente arraigados, y de la tarea por la justicia, que requerirá un compromiso a largo plazo en el caminar conjunto que abogue por un cambio.
Como iglesia, tenemos plena conciencia de que no somos inocentes de la historia colonial y del racismo en curso en nuestra sociedad. Nuestra denominación ha confesado nuestra participación en el Sistema Escolar Residencial Indio que obró para "matar al indio en la niñez" y nos hemos beneficiado de la colonización de este país que robó la tierra de las Primeras Naciones. “Nosotros y nosotras también nos sometemos al juicio de la justicia de Dios. Reconocemos [nuestra] complicidad y culpa ... ”(Confesión de Accra, 34).
Este es un tiempo difícil para ser la iglesia, pero tal vez no sea más difícil de lo que fue para las primeras personas seguidoras de Jesús o para los discípulos y las discípulas a través de los siglos en todo el mundo. En Mateo 11: 16-19, 28-30, Jesús invita a quienes lo seguirían a la dificultosa tarea del discipulado. Incluye la dura tarea de enfrentar nuestro pecado, arrepentirnos y dar vuelta en una nueva dirección. También incluye la feliz tarea de recibir y celebrar la rica diversidad de todo el pueblo de Dios al encontrarnos en la nueva comunidad de justicia y de paz que Jesús está estableciendo.
A pesar que la tarea de la iglesia pueda sentirse pesada en este momento, recuerdo la invitación de Jesús: "Carguen con mi yugo y aprendan de mí, … Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”. (Mateo 11: 29-30) En un mismo yugo junto a Cristo que nos guía, nos enseña y nos ayuda a llevar la carga, podemos confiar en que esta tarea de erradicar nuestro racismo y transformar nuestra sociedad es una tarea posible. Nuestro trabajo es caminar cerca de Jesús y cerca uno de otro, una de otra, mientras hacemos la tarea, dando un paso detrás del otro hacia el reino de la justicia, que es el plan de Dios para nuestro país y para el mundo.
—Rev. Amanda Currie
Moderador
Asamblea General 2019
Iglesia Presbiteriana en Canadá
Ministro
Primera Iglesia Presbiteriana
Regina, Saskatchewan
Moderador
Asamblea General 2019
Iglesia Presbiteriana en Canadá
Ministro
Primera Iglesia Presbiteriana
Regina, Saskatchewan