La Iglesia dispersa
Este es la primera de una serie de reflexiones durante este tiempo inusual.
¿Cómo responder como comunidades religiosas al COVID-19 sin perder nuestro sentido de comunidad?
Uno de los primeros desafíos que enfrentamos al tratar de darle sentido a la nueva realidad que nos presenta el COVID-19 es el desafío del lenguaje. ¿Cómo comunicarnos cuando las formas en que nos comunicamos se encuentran completamente alteradas? ¿Cómo ser Iglesia y hacer la iglesia en un tiempo en que las recomendaciones de los funcionarios de salud pública dicen que lo mejor es practicar el distanciamiento social? ¿Cómo podrán reunirse dos o tres si, como nos recuerda el reverendo Traci Blackmon, "ahora somos una iglesia dispersa en vez de ser la iglesia reunida?"
El COVID-19 y la recomendación de practicar el distanciamiento social presentan un desafío particular para las comunidades de fe a nivel global, en tanto que buscamos responder a esta crisis de salud, aun cuando amenaza con desentrañar nuestro sentido de comunidad. No obstante, esto es precisamente lo que estamos llamados y llamadas a hacer. Incluso cuando las cuatro paredes de los edificios de nuestra iglesia se conviertan en sitios de posible contagio, Brad Braxton ofrece este recordatorio, "el espíritu humano no es un lugar de contagio". Y nuestros espíritus, impulsados por el Espíritu Santo, deben persistir. El espíritu de consuelo y alegría, el espíritu de esperanza y posibilidad, el espíritu de cuidado y mutualidad, deben persistir.
No podemos ser seducidos por la falsa seguridad del autoaislamiento, la autocomplacencia o el interés individual. Si bien se nos pide que practiquemos el distanciamiento social, también debemos practicar la solidaridad comunitaria. En pocas palabras, nos necesitamos unos a otros, unas a otras. Y estas son las formas en que nos necesitamos mutuamente:
Resulta un extraño, pero hermoso regalo que enfrentemos esta crisis mientras transitamos el desierto de la Cuaresma. Y quizás, si recordamos que, durante este tiempo, ya reservado para la reflexión, el arrepentimiento y la reconciliación, podemos ver un mapa de cómo seguir adelante. Es por eso que el leccionario de esta semana me parece tan apropiado.
Los textos del leccionario de esta semana incluyen el Salmo 23; incluso ahora puedo imaginar que en tu mente se están filtrando memorias que se asocian con las palabras de este salmo eterno. Ese es el punto: el Salmo 23 lleva las historias de cada una de nuestras grandes alegrías y de nuestros dolores más pesados. Este salmo se nos hace cercano, porque nos recuerda que Dios, nuestro Pastor, está cerca nuestro, satisfaciendo nuestras necesidades y guiando nuestros pasos. Recuerda que, cuando buscamos servir a nuestros rebaños y atender las preocupaciones de las personas más vulnerables, la manera de pastorear, de cuidarnos y de mantener su alianza por parte de Dios nos ofrece un modelo de cómo pastorearnos mutuamente, incluso estando lejos. Si Dios, a quien no podemos ver, sigue demostrando una y otra vez que puede pastorear las historias de nuestras vidas, nosotros y nosotras, que estamos aquí, a pesar de que debamos permanecer a una distancia de 4 a 6 pies (1,5 a 2 metros), aunque se suspendan los cultos públicos, nosotros y nosotras, sí, nosotros y nosotras, podemos comprometer el trabajo de nuestras manos, nuestras conexiones a internet, nuestras llamadas, nuestras oraciones silenciosas, a la tarea de sostenernos mutuamente.
Mi oración por cada uno de nosotros y de nosotras, es que podamos encontrar la creatividad, la autenticidad y la alegría en medio de las realidades cambiantes que enfrentamos a partir del COVID-19. Mi oración es que volvamos a aprender cómo comunicarnos la esperanza en Cristo y la promesa del poder de Dios. ¿Cómo puede la CANAAC orar por ti? Eleva esas oraciones incluso ahora, en la confianza de que el Espíritu intercede y ruega en tu nombre.
Oh Dios, en tu misericordia.
Amén.
¿Cómo responder como comunidades religiosas al COVID-19 sin perder nuestro sentido de comunidad?
Uno de los primeros desafíos que enfrentamos al tratar de darle sentido a la nueva realidad que nos presenta el COVID-19 es el desafío del lenguaje. ¿Cómo comunicarnos cuando las formas en que nos comunicamos se encuentran completamente alteradas? ¿Cómo ser Iglesia y hacer la iglesia en un tiempo en que las recomendaciones de los funcionarios de salud pública dicen que lo mejor es practicar el distanciamiento social? ¿Cómo podrán reunirse dos o tres si, como nos recuerda el reverendo Traci Blackmon, "ahora somos una iglesia dispersa en vez de ser la iglesia reunida?"
El COVID-19 y la recomendación de practicar el distanciamiento social presentan un desafío particular para las comunidades de fe a nivel global, en tanto que buscamos responder a esta crisis de salud, aun cuando amenaza con desentrañar nuestro sentido de comunidad. No obstante, esto es precisamente lo que estamos llamados y llamadas a hacer. Incluso cuando las cuatro paredes de los edificios de nuestra iglesia se conviertan en sitios de posible contagio, Brad Braxton ofrece este recordatorio, "el espíritu humano no es un lugar de contagio". Y nuestros espíritus, impulsados por el Espíritu Santo, deben persistir. El espíritu de consuelo y alegría, el espíritu de esperanza y posibilidad, el espíritu de cuidado y mutualidad, deben persistir.
No podemos ser seducidos por la falsa seguridad del autoaislamiento, la autocomplacencia o el interés individual. Si bien se nos pide que practiquemos el distanciamiento social, también debemos practicar la solidaridad comunitaria. En pocas palabras, nos necesitamos unos a otros, unas a otras. Y estas son las formas en que nos necesitamos mutuamente:
- nos necesitamos mutuamente para esperanzarnos cuando la esperanza es demasiado pesada,
- nos necesitamos mutuamente para tener fe cuando la fe parece una tontería,
- nos necesitamos mutuamente para cuidarnos, para orar por nosotros y nosotras, para llorar juntos y juntas,
- nos necesitamos mutuamente para comprometernos a ser la Iglesia,
- nos necesitamos mutuamente para hacer lo que debe ser hecho, o lo que deberíamos estar haciendo, incluso antes de que el COVID-19 cambiara las formas en que esperamos que la iglesia se haga presente.
Resulta un extraño, pero hermoso regalo que enfrentemos esta crisis mientras transitamos el desierto de la Cuaresma. Y quizás, si recordamos que, durante este tiempo, ya reservado para la reflexión, el arrepentimiento y la reconciliación, podemos ver un mapa de cómo seguir adelante. Es por eso que el leccionario de esta semana me parece tan apropiado.
Los textos del leccionario de esta semana incluyen el Salmo 23; incluso ahora puedo imaginar que en tu mente se están filtrando memorias que se asocian con las palabras de este salmo eterno. Ese es el punto: el Salmo 23 lleva las historias de cada una de nuestras grandes alegrías y de nuestros dolores más pesados. Este salmo se nos hace cercano, porque nos recuerda que Dios, nuestro Pastor, está cerca nuestro, satisfaciendo nuestras necesidades y guiando nuestros pasos. Recuerda que, cuando buscamos servir a nuestros rebaños y atender las preocupaciones de las personas más vulnerables, la manera de pastorear, de cuidarnos y de mantener su alianza por parte de Dios nos ofrece un modelo de cómo pastorearnos mutuamente, incluso estando lejos. Si Dios, a quien no podemos ver, sigue demostrando una y otra vez que puede pastorear las historias de nuestras vidas, nosotros y nosotras, que estamos aquí, a pesar de que debamos permanecer a una distancia de 4 a 6 pies (1,5 a 2 metros), aunque se suspendan los cultos públicos, nosotros y nosotras, sí, nosotros y nosotras, podemos comprometer el trabajo de nuestras manos, nuestras conexiones a internet, nuestras llamadas, nuestras oraciones silenciosas, a la tarea de sostenernos mutuamente.
Mi oración por cada uno de nosotros y de nosotras, es que podamos encontrar la creatividad, la autenticidad y la alegría en medio de las realidades cambiantes que enfrentamos a partir del COVID-19. Mi oración es que volvamos a aprender cómo comunicarnos la esperanza en Cristo y la promesa del poder de Dios. ¿Cómo puede la CANAAC orar por ti? Eleva esas oraciones incluso ahora, en la confianza de que el Espíritu intercede y ruega en tu nombre.
Oh Dios, en tu misericordia.
Amén.
—J. Henry Narcisse, Maestría en divinidades
Joshua fue delegado de PC (EE. UU.) en la Asamblea General de CANAAC 2018.
Actualmente se desempeña como pastor residente en Memphis, Tennessee.
Joshua fue delegado de PC (EE. UU.) en la Asamblea General de CANAAC 2018.
Actualmente se desempeña como pastor residente en Memphis, Tennessee.