La Mesa Abierta del Reino
Texto bíblico: Mateo 14:13-21
Alimentarse e hidratarse son necesidades básicas de todos los seres vivos. La diferencia entre otros seres vivos y los seres humanos es que, como seres creados para vivir en comunidad, esas necesidades biológicas tienen un carácter social. En muchas culturas compartir comidas y bebidas son señales de familiaridad, de amor, de respeto, de alegría por estar juntos. En mi país decimos: donde comen dos comen diez. De hecho, la iglesia primitiva, según los textos del Nuevo Testamento, con mucha frecuencia, sino siempre, se reunía para celebrar el vínculo que les unía en Cristo, y lo hacían alrededor de la mesa, comiendo y bebiendo en comunión.
Uno de los contenidos fundamentales en cuanto a la misión de nuestra iglesia en Cuba hoy, tiene que ver con la necesidad de servir a aquellas personas en necesidad, aùn en medio de nuestras limitaciones, especialmente las económicas. Agradecemos siempre que muchas de nuestras iglesias hermanas y agencias de proyectos, vienen solidariamente a suplir esas carencias de orden material. El reto para nosotros está en poner límites a esa diaconía para no convertirla en un asistencialismo que fácilmente puede convertirse en caridad vacía de sentido. Comprender que satisfacer las necesidades básicas de todo ser humano no es suficiente para construir los cimientos del Reino de Dios no es cosa fácil. ¡Si lo sabremos los cubanos!
Un texto como el que corresponde a este domingo IX después de Pentecostés, no ayuda a reflexionar en el tema y también empodera nuestra capacidad de entender dónde está el verdadero sentido de nuestra diaconía. La narración que nos ofrece el Evangelio de Mateo acerca del llamado milagro de la multiplicación de los panes y los peces nos confirma que el ministerio de Jesús, como antesala del Reino de Dios, estuvo lleno de señales que afirmaban los valores que dan sentido a la propuesta de Dios para el ser humano en Cristo Jesús. Porque no es sólo satisfacer esas necesidades básicas sino crear un espíritu comunitario que comulge con la intención de Dios de que todo ser humano tenga derecho a tener satisfechas esas necesidades. El proyecto del Reino es construir una comunidad, una famiia humana en armonía con toda la Creación. Solidaridad y justicia son imprescindibles para la vida plena que propone el Reino y que anunció Jesús.
La solución fácil, que es la que como humanos siempre buscamos, era la que traían los discipulos a Jesús: “El lugar está desierto y la hora ya es avanzada; despide, pues, a las multitudes para que vayan a las aldeas y se compren alimentos” (Mt14:15). La respuesta de Jesùs es firme: “… denles ustedes de comer” (14:16). El llamado como seguidores de Jesús es ser agentes de solidaridad y promotores de alternativas en las que la solucion no sea “comprar” sino “dar”.
Ofrecer lo poco que somos o lo poco que tenemos puede ser como esa semilla de mostaza de la parábola, que es la más pequeña de todas pero cuando crece y se multiplica puede ser cobijo para anidar las aves del cielo. Cinco panes y dos peces se convierten entonces en esa semilla, en ese incentivo para que aún en medio de las necesidades y las limitaciones, el pueblo de Dios pueda sentir sus necesidades, todas, satisfechas. El gran problema del mundo hoy, nos recuerda esta historia, no es la carencia de los recursos para alimentar a los seres humanos, sino la falta de solidaridad, la falta de alternativas a la mercantilización de las necesidades básicas de los seres humano, la necedad de no de entender que la mesa del Reino es para todas y todos, no para unos pocos.
Dios nos ayude a ser una comunidad de hombres y mujeres, una iglesia con las puertas abiertas y la mesa servida en el nombre de Jesús. Como dice un canto que entonamos mucho acá: “Bendice Señor nuestro pan, y da pan a los que tienen hambre y hambre de justicia a los que tienen pan”.
Alimentarse e hidratarse son necesidades básicas de todos los seres vivos. La diferencia entre otros seres vivos y los seres humanos es que, como seres creados para vivir en comunidad, esas necesidades biológicas tienen un carácter social. En muchas culturas compartir comidas y bebidas son señales de familiaridad, de amor, de respeto, de alegría por estar juntos. En mi país decimos: donde comen dos comen diez. De hecho, la iglesia primitiva, según los textos del Nuevo Testamento, con mucha frecuencia, sino siempre, se reunía para celebrar el vínculo que les unía en Cristo, y lo hacían alrededor de la mesa, comiendo y bebiendo en comunión.
Uno de los contenidos fundamentales en cuanto a la misión de nuestra iglesia en Cuba hoy, tiene que ver con la necesidad de servir a aquellas personas en necesidad, aùn en medio de nuestras limitaciones, especialmente las económicas. Agradecemos siempre que muchas de nuestras iglesias hermanas y agencias de proyectos, vienen solidariamente a suplir esas carencias de orden material. El reto para nosotros está en poner límites a esa diaconía para no convertirla en un asistencialismo que fácilmente puede convertirse en caridad vacía de sentido. Comprender que satisfacer las necesidades básicas de todo ser humano no es suficiente para construir los cimientos del Reino de Dios no es cosa fácil. ¡Si lo sabremos los cubanos!
Un texto como el que corresponde a este domingo IX después de Pentecostés, no ayuda a reflexionar en el tema y también empodera nuestra capacidad de entender dónde está el verdadero sentido de nuestra diaconía. La narración que nos ofrece el Evangelio de Mateo acerca del llamado milagro de la multiplicación de los panes y los peces nos confirma que el ministerio de Jesús, como antesala del Reino de Dios, estuvo lleno de señales que afirmaban los valores que dan sentido a la propuesta de Dios para el ser humano en Cristo Jesús. Porque no es sólo satisfacer esas necesidades básicas sino crear un espíritu comunitario que comulge con la intención de Dios de que todo ser humano tenga derecho a tener satisfechas esas necesidades. El proyecto del Reino es construir una comunidad, una famiia humana en armonía con toda la Creación. Solidaridad y justicia son imprescindibles para la vida plena que propone el Reino y que anunció Jesús.
La solución fácil, que es la que como humanos siempre buscamos, era la que traían los discipulos a Jesús: “El lugar está desierto y la hora ya es avanzada; despide, pues, a las multitudes para que vayan a las aldeas y se compren alimentos” (Mt14:15). La respuesta de Jesùs es firme: “… denles ustedes de comer” (14:16). El llamado como seguidores de Jesús es ser agentes de solidaridad y promotores de alternativas en las que la solucion no sea “comprar” sino “dar”.
Ofrecer lo poco que somos o lo poco que tenemos puede ser como esa semilla de mostaza de la parábola, que es la más pequeña de todas pero cuando crece y se multiplica puede ser cobijo para anidar las aves del cielo. Cinco panes y dos peces se convierten entonces en esa semilla, en ese incentivo para que aún en medio de las necesidades y las limitaciones, el pueblo de Dios pueda sentir sus necesidades, todas, satisfechas. El gran problema del mundo hoy, nos recuerda esta historia, no es la carencia de los recursos para alimentar a los seres humanos, sino la falta de solidaridad, la falta de alternativas a la mercantilización de las necesidades básicas de los seres humano, la necedad de no de entender que la mesa del Reino es para todas y todos, no para unos pocos.
Dios nos ayude a ser una comunidad de hombres y mujeres, una iglesia con las puertas abiertas y la mesa servida en el nombre de Jesús. Como dice un canto que entonamos mucho acá: “Bendice Señor nuestro pan, y da pan a los que tienen hambre y hambre de justicia a los que tienen pan”.
—Pastora Dora Arce Valentin
Moderadora
Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba
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Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba