Las historias que contamos…
Aquellas historias que queremos poseen también un inmenso poder para moldearnos. Todo, desde nuestra mirada acerca de las demás personas hasta nuestra visión de nosotros mismos y nosotras mismas y la manera en que vivimos en el mundo, está informado por la historia. Esto se hizo evidente para mí cuando mi compañera y yo participamos hace poco, junto a otra pareja, de un picnic con distancia social en un parque de la ciudad. La conversación giró en torno a la capacidad o incapacidad de ofrecer empatía en este tiempo del COVID. Específicamente nos preguntamos: “¿Cómo nos preocupamos por aquellas personas cuyas acciones parecen tan insensibles hacia nosotros/as? ¿Cómo les deseamos lo bueno a aquellas personas cuyas acciones no parecen defender nuestro propio bienestar? " Y me pregunté en voz alta: "¿Qué historias extraemos de ese relato acerca de nuestro valor intrínseco?"
He tenido que esforzarme para pensar en historias fuera de las tradiciones o mitos religiosos que nos ayuden a visualizar este valor intrínseco en las demás personas. Esto no significa que no existan, pero vivimos en un mundo donde la valoración (o el valor) se mide mayormente por las acciones e incluso la productividad de cada uno y de cada una. La tierra misma es vista por muchas personas como valiosa solo por lo que se puede obtener de su frágil cuerpo. Las personas se miden por su impacto en la economía. La Confesión de Accra enumera acertadamente muchas de las mentalidades y objetivos de nuestros actuales sistemas económicos, que contribuyen a las maneras en que vinculamos el valor (o la valía) a los logros.
Sin embargo, me pregunto si la verdadera empatía puede nacer alguna vez de cualquier historia que comience con la acción o el logro humano. Si basamos nuestra capacidad de ofrecer empatía solo por el valor asignado o conformado por la acción humana, entonces cualquier persona cuyas acciones no se condigan con lo que consideramos apropiado o productivo estará sujeta al escrutinio en lugar de la empatía; no se habrán comportado de un modo que considere su existencia intrínsecamente valiosa para nosotros o nosotras, por lo que no merecerían nuestra empatía. Pero, las historias que contamos dentro de nuestra tradición cristiana ofrecen mucho que considerar en relación a estas preguntas que debatimos en el parque con nuestras amistades y a estos momentos en los que la empatía es tan necesaria.
Por ello, estoy volviendo a estas historias formativas de nuestra fe, historias que sé que ofrecen un valor inherente a la vida humana y no por la acción humana sino por la acción divina. Creo que la historia de la creación, en la que se nos dice que fuimos “hechos y hechas a imagen de Dios” (Génesis 1:27) y la historia de la encarnación misma en la que Dios ofrece un valor inconmensurable a la vida humana, asumiéndola por sobre la propia divinidad en Jesucristo. Reflexiono sobre el Dios ineludible que “creó mis entrañas” (Salmo 139:13) y cuyo “amor ha sido derramado en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.” (Romanos 5:5)
Al rememorar estas historias, se hace un poco más fácil profundizar y ofrecer empatía porque esa acción de profundizar va revelando el amor de Dios derramado por el Espíritu, la imagen de Dios dentro de mí y de otras personas, y la realidad de que nuestro valor intrínseco nace de la acción de Dios, no de la nuestra. ¡Qué recordatorios maravillosos y necesarios no solo en tiempos de COVID o en esta temporada de elecciones que dividen aquí en los Estados Unidos de Norteamérica, sino en todo lugar y en todos los tiempos! Tenemos historias increíbles en nuestra tradición para dar forma no solo a nuestra capacidad de ofrecer empatía, sino para construir nuestro valor para pronunciarnos con justicia ante el poder y para dar testimonio de los caminos que llevan a la paz. Quizás no más que antes, pero tanto como siempre, estas son historias que vale la pena contar.
—Rev. Karl Heimbuck
Pastor, Primera Iglesia Presbiteriana
Sheridan, Wyoming, EEUU de NA
Pastor, Primera Iglesia Presbiteriana
Sheridan, Wyoming, EEUU de NA
Karl ha servido a la iglesia participando en tareas vinculadas a la paz y la reconciliación en Irlanda del Norte y en el fomento de viviendas asequibles en Tucson, Arizona. Actualmente disfruta mucho de construir su hogar en la base de las Montañas Bighorn.