Luces de memoria y esperanz
En la Iglesia Presbiteriana de Trinidad y Tobago, celebramos la Reforma hacia fines de octubre y el Día de Todos los Santos al iniciar el mes de noviembre. Ambas conmemoraciones tienen un potente significado y una duradera relevancia duradera para nuestra era pandémica.
La reforma es arrepentimiento institucional y revolución eclesiástica. La Reforma del siglo XVI inició la liberación de la vida de la iglesia de las cadenas del autoritarismo. Martín Lutero y Juan Calvino son nombres bien conocidos para nosotros y nosotras. La maravillosa obra de Margarita de Navarra, María Dentière, Argula von Grumbach, Olimpia Morata y Juana de Albret también debería ser también apreciada y celebrada.
La Reforma se celebra con eventos y cultos especiales. Antes de la pandemia, nuestras convenciones nacionales y convenciones nacionales de jóvenes, que se celebraban hacia fines del mes de octubre, convocaban a miles de personas que se reunían para compartir su alegría y la visión y misión de la Iglesia.
El Día de Todos los Santos es ampliamente celebrado en Trinidad y Tobago. Visitamos los cementerios donde están sepultados nuestros seres queridos y encendemos velas sobre sus tumbas y también en nuestros hogares. Las tumbas de quienes han servido como misioneros y clérigos también son atendidas con esmero por feligreses que nunca llegaron a conocerlos. Con recuerdos agridulces, nos fortalece saber que hay personas conocidas y desconocidas para nosotros y nosotras cuyas vidas, enseñanzas, amor y risas nos bendicen con un legado perdurable de verdad y justicia.
Estas luces son tanto una señal de memoria como de esperanza; memoria agradecida y amorosa del pasado, y esperanza porque esa herencia nos da esperanza al iluminar nuestro propio camino.
Dios obra a través de las personas a lo largo de la historia. Recordamos a quienes fueron pioneros y pioneras de la Reforma del siglo XVI. Eran teólogos y teólogas con erudición que estudiaron con valor, escribieron con fervor y enseñaron y alentaron con entusiasmo a muchas personas a reformar la Iglesia para que realmente fuera el cuerpo de Cristo. Nosotros y nosotras también estamos haciendo historia por lo que somos y por lo que hacemos ahora.
La Reforma y el Día de Todos los Santos nos indican, en cualquier contexto y cultura en que nos encontremos:
- Que el ocaso de una era es el amanecer de otra. Somos el amanecer de hoy y seremos el crepúsculo de mañana, pero nuestra luz brillará en las almas de quienes están por venir.
- Que no andamos en soledad. Transcultural, transgeneracional, transversal a todo, se nos muestra que la cruz de Cristo siempre está llena de gracia y de poder. Las personas de la verdad florecen en todos los tiempos y en todo lugar.
- Que Dios convoca desde el mañana. Los mensajes de la Reforma y del Día de Todos los Santos nos desafían a estar alertas a la inspiración movilizante del Espíritu para reformar todo aquello que se deforme en nosotros y nosotras, en nuestras iglesias y en el mundo que habitamos.
A veces, en nuestros peregrinajes, tropezamos y caemos. En las encrucijadas, a veces dudamos, sin saber a dónde ir. La pandemia de COVID-19 y su consecuente miseria económica nos sumergen en la incertidumbre. ¿Hacia dónde vamos como personas individuales, como iglesias y como naciones? Las enseñanzas impartidas por las palabras y las vidas brillan a través de las generaciones y las historias de luchas pasadas nos llenan de fuerza hacia el futuro. Cuando pensamos en la Reforma y en el Día de Todos los Santos, reconocemos y aceptamos que nos rodea una asamblea de testigos y testigas que nos alientan y nos animan mientras corremos la carrera de la vida.
—Adrian D. E. Sieunarine
Principal
St. Andrew's Theological College
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