Meditación de Viernes Santo:
Cargando la cruz en el siglo 2
Lectura bíblica: Marcos 15:21-32
Introducción
Desgastado, demacrado, cargado con la cruz en la que debe morir, Jesús se tambalea hacia el Calvario. Tropieza y cae de pura debilidad. Lo ponen nuevamente de pie, pero tropieza una y otra vez ... se cae. Ya no puede levantarse, pues sus fuerzas lo han abandonado. Allí yace Cristo ante la curiosa mirada de la multitud. Era una escena para hacer llorar a cualquiera. Sin embargo, a lo largo de toda esta deshonrosa prueba, y durante su peregrinaje hacia el Calvario, Jesús sobrellevó todo con firmeza, dignidad y calma. (Oración en silencio)
Uno de los personajes que siempre ha capturado mi imaginación durante el camino de Jesús hacia el Calvario es un hombre llamado Simón de Cirene. Poco sabemos de él, pero está presente en todos los Evangelios. Sin embargo, lo que sí sabemos es que se llamaba Simón y que era de la ciudad de Cirene, en el norte de África. El Nuevo Testamento también lo identifica como el padre de Alejandro y de Rufo, dos integrantes del primer grupo de cristianos que siguieron a Jesús.
Según el Evangelio de Marcos, Simón ingresa en la escena de la pasión en un momento crítico. Después de que los soldados golpearon a Jesús y lo azotaron, obligaron a Jesús a cargar su cruz desde Jerusalén hasta el Gólgota. En determinado momento, el peso de la cruz fue demasiado para Jesús. Entonces los soldados romanos miraron a su alrededor y vieron allí a Simón, un transeúnte, probablemente un peregrino que se dirigía a celebrar la Pascua en Jerusalén. No hay registro de ninguna conversación entre Simón y Jesús. Con esta historia ante nuestros ojos, podemos abordar el tema del “cargar la cruz”. Se espera que quienes caminan con Cristo lleven una cruz. Por ende, podemos decir que no hay cristianismo sin cruz. Jesús dejó en claro esto cuando les dijo a sus discípulos: "Si alguien quiere ser mi discípulo —les dijo—, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz y me siga." (Marcos 8:34, NVI)
Sea como fuere, en esta historia de Simón de Cirene, descubrimos lo que implica cargar la cruz. En el caso de Simón, ciertamente no esperaba su cruz. Había una NO-EXPECTATIVA de cruz. Literalmente, esto es lo que fue para Simón. Simón había ingresado en su Calvario. No hubo anuncio. Lo tomó por sorpresa. No era parte de la turba que se burlaba y que se mofaba de Cristo, ni tampoco era un espectador. Estaba ocupándose de sus propios asuntos, por así decirlo de alguna manera. Así que había muchas razones por las que debió haber sido el último en ser elegido. Pero, de pronto Simón se encuentra a sí mismo señalado y cargado con la Cruz de Jesucristo.
Qué simbólico resulta esto para nosotros y nosotras hoy. A veces, nuestra cruz resulta una sorpresa. El sufrimiento y el dolor no esperan ser anunciados. Llegan sin presentarse. Nunca sabemos lo que nos depara el mañana. No tenemos la seguridad de cuándo vendrá la muerte o la enfermedad porque nuestra cruz no siempre se anuncia a sí misma. ¿No es este nuestra porción actual y la "nueva realidad" del siglo XXI ... en este preciso momento en el que nos enfrentamos a la pandemia del Covid-19? ¡Cómo han cambiado tan inesperadamente nuestras vidas! Este Viernes Santo ... esta Pascua serán como ninguna otra ... ¡esta "nueva realidad" se convertirá en nuestra "realidad vivida"!
Cuántos y cuántas de quienes leemos estas líneas no esperábamos que nos sucedieran ciertas cosas, y, sin embargo, nos sucedieron. Hay algo heroico en las cruces que las personas deciden cargar: una persona joven que elige llevar una vida de servicio y compromiso con la gente menos afortunada; un abogado que deja su establecida práctica legal para dedicarse a trabajar con las personas sin techo.
Simón de Cirene, no obstante, representa a una gran cantidad de hombres y de mujeres que en cada nueva época se ven obligados y obligadas a cargar una cruz que no eligieron. Creo que cada detalle de la experiencia de Simón tiene algún paralelo con la nuestra. Pienso, por ejemplo, en aquellas personas que se enfrentan a una enfermedad invalidante, que nunca hubieran elegido. De repente, se encuentran cara a cara con una situación que nunca hubieran imaginado. O, pienso en esos padres y madres que se encuentran luchando con una criatura con problemas mentales, sin saber qué hacer, sabiendo que se enfrentan a una vida de decisiones difíciles y de inevitables dolores de cabeza. La cuestión es que muchos de nosotros y de nosotras, algún día, enfrentaremos una elección que no hubiéramos elegido para nuestras vidas.
Sin embargo, nuestra cruz es diferente a la de Cristo. Jesús esperaba su cruz. Sabía que había nacido para morir y eligió el camino de Getsemaní hacia el Calvario. Cristo escogió el camino de la cruz, para la salvación de la humanidad. La sombra de la cruz siempre estuvo en su camino. De manera recurrente orientó su rostro hacia Jerusalén. Dios nos evita esta anticipación y nos asegura que, cuando la cruz llegue, nos dará también la fuerza.
Nuestro texto de Marcos 15:21 nos recuerda que los soldados obligaron a Simón a cargar la cruz de Jesús. Esto sugiere que existe una COMPULSIÓN de la cruz.
¿Qué hizo Simón para merecer tal experiencia? Estaba atendiendo sus propios asuntos. Era un ciudadano pacífico y respetuoso de la ley. No tuvo nada que ver con el juicio. De hecho, seleccionaron a la persona equivocada. Si necesitaban a alguien para cargar la cruz, ¿por qué no tomaron a alguna de esas personas que acosaron a Cristo hasta llevarlo a juicio y que estaban ansiosas por su condena? Simón, realmente parece obligado a llevar una cruz que ni siquiera era la suya. Evidentemente y sin duda existe una compulsión en cargar la cruz.
Solemos preguntarnos a veces, ¿por qué se nos ha impuesto a nosotros, a nosotras, esta carga? ¿Qué hemos hecho para merecer tanto sufrimiento y dolor? No nos parece justo, ¿verdad? Cuando llega nuestra cruz, a veces nos rebelamos. Creemos que algo está mal y nos preguntamos ¿por qué las personas malvadas parecen prosperar y las que son justas sufren? Cuando Simón se encontró cara a cara con esta cruz no elegida, pudo haberse preguntado: "¿Por qué yo?" "¿Por qué no alguien más?" "¿Por estar parado en el lugar equivocado en el momento equivocado?" Puede que Simón se haya visto obligado a cargar esa cruz, pero Simón mismo tuvo que decidir cómo la cargaría. Solo hay una manera de seguir a Cristo, y esa la que él eligió: el camino de la cruz. Tal vez necesitamos ver nuestra cruz como una oportunidad para el crecimiento espiritual y para la madurez, más que como problemas de destrucción. Pero, no me malinterpreten, esto de ninguna manera minimiza o condona los crímenes atroces y los actos violentos contra la humanidad, especialmente hacia las mujeres y hacia los niños y niñas. No debemos probar a Dios.
Alcanza con decir que muchas personas prefieren hoy el camino fácil y el menos complicado. ¿Quién no? ¿Quién quiere dejar su camino o hacer un esfuerzo adicional para ayudar a las demás personas? ¿Quién quiere llevar la cruz de otras personas ... teniendo que cargar nuestras propias cruces? ¿Por qué hay tanta resistencia a cargar la cruz de las demás personas? El apóstol Pablo nos recuerda en Gálatas 6: 2: "Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo".
En esta "nueva normalidad" y con la práctica del "distanciamiento social", hemos tenido que sacrificar nuestras propias agendas personales por el bienestar de todos y todas. Este sacrificio necesario es una manera de cargar la cruz que podemos sentir que no merecemos. Cristo no merecía su cruz, pero tuvo que pagar un precio por la salvación de la humanidad. Si Jesús hubiese bajado de la cruz, no podría haber concluido la obra que Dios le había encomendado realizar. Cuán bendecidos y bendecidas somos, porque Jesús no se bajó de aquella cruz. Si Jesús hubiese pensado en sí mismo, la voluntad de Dios no se habría cumplido. Los sumos sacerdotes tenían razón: para salvar a otras personas, Jesús no podía salvarse a sí mismo. Ciertamente, al no salvarse a sí mismo, le estaba garantizando la vida eterna al mundo. Las acusaciones de los sacerdotes se convirtieron en la mayor paradoja de todos los tiempos. Había una profunda sabiduría en su insulto, como se observa en Marcos 15:31, " Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo!" Al no salvarse a sí mismo, Jesús pudo salvar a la humanidad.
Conclusión
Amigos y amigas, cargar la cruz no es algo sencillo. Es difícil. La cruz es pesada. Y, por supuesto, en ocasiones se vuelve muy pesado. Las cruces son ásperas y duras. Cuando Jesús nos convocó, nos convocó a un camino de sacrificio. Desde el momento en que deseamos seguir a Cristo, la cruz aparece delante nuestro. Y vemos dolor, angustia, agitación y persecución, penas, explotación y opresión. Podemos decir que el cristianismo no es una religión barata. Desafía lo mejor que hay en el alma. Exige corazones con valor. No ofrece facilitarnos las cosas o los placeres de una vida relajada, sino la cruz que nos desafía a la fidelidad. La cruz puede aparecer en la forma de alguna interrupción o disrupción, pero puede transformarse también en una oportunidad para el crecimiento y una transformación positiva.
Por ello, no todo es desesperación. Existe una bendición en la cruz. La cruz también nos ofrece esperanza y puede ser una "bendición disfrazada". La cruz nos impide desechar los verdaderos valores de la vida. Algo tan simple como un esguince de tobillo o un dolor de garganta puede ayudarnos a descubrir la enorme bendición que significa poder caminar y poder hablar. La cruz nos guía de regreso a Dios. Nos recuerda el valor de las cosas simples de la vida, que dábamos por sentadas.
Al enfrentarnos cara a cara con el cargar la cruz en este siglo XXI, especialmente durante este año 2020, nos vemos cara a cara con lo inesperado y con la compulsión de la cruz, como en el caso de Simón de Cirene. Que podamos apreciar que Cristo permanezca en la cruz, por fe, para que la voluntad de Dios se cumpla y para que el mundo sepa que Jesús es el Cristo, el hijo del Dios viviente, que murió y resucitó para que el mundo tenga vida, y vida en toda su plenitud.
Introducción
Desgastado, demacrado, cargado con la cruz en la que debe morir, Jesús se tambalea hacia el Calvario. Tropieza y cae de pura debilidad. Lo ponen nuevamente de pie, pero tropieza una y otra vez ... se cae. Ya no puede levantarse, pues sus fuerzas lo han abandonado. Allí yace Cristo ante la curiosa mirada de la multitud. Era una escena para hacer llorar a cualquiera. Sin embargo, a lo largo de toda esta deshonrosa prueba, y durante su peregrinaje hacia el Calvario, Jesús sobrellevó todo con firmeza, dignidad y calma. (Oración en silencio)
Uno de los personajes que siempre ha capturado mi imaginación durante el camino de Jesús hacia el Calvario es un hombre llamado Simón de Cirene. Poco sabemos de él, pero está presente en todos los Evangelios. Sin embargo, lo que sí sabemos es que se llamaba Simón y que era de la ciudad de Cirene, en el norte de África. El Nuevo Testamento también lo identifica como el padre de Alejandro y de Rufo, dos integrantes del primer grupo de cristianos que siguieron a Jesús.
Según el Evangelio de Marcos, Simón ingresa en la escena de la pasión en un momento crítico. Después de que los soldados golpearon a Jesús y lo azotaron, obligaron a Jesús a cargar su cruz desde Jerusalén hasta el Gólgota. En determinado momento, el peso de la cruz fue demasiado para Jesús. Entonces los soldados romanos miraron a su alrededor y vieron allí a Simón, un transeúnte, probablemente un peregrino que se dirigía a celebrar la Pascua en Jerusalén. No hay registro de ninguna conversación entre Simón y Jesús. Con esta historia ante nuestros ojos, podemos abordar el tema del “cargar la cruz”. Se espera que quienes caminan con Cristo lleven una cruz. Por ende, podemos decir que no hay cristianismo sin cruz. Jesús dejó en claro esto cuando les dijo a sus discípulos: "Si alguien quiere ser mi discípulo —les dijo—, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz y me siga." (Marcos 8:34, NVI)
Sea como fuere, en esta historia de Simón de Cirene, descubrimos lo que implica cargar la cruz. En el caso de Simón, ciertamente no esperaba su cruz. Había una NO-EXPECTATIVA de cruz. Literalmente, esto es lo que fue para Simón. Simón había ingresado en su Calvario. No hubo anuncio. Lo tomó por sorpresa. No era parte de la turba que se burlaba y que se mofaba de Cristo, ni tampoco era un espectador. Estaba ocupándose de sus propios asuntos, por así decirlo de alguna manera. Así que había muchas razones por las que debió haber sido el último en ser elegido. Pero, de pronto Simón se encuentra a sí mismo señalado y cargado con la Cruz de Jesucristo.
Qué simbólico resulta esto para nosotros y nosotras hoy. A veces, nuestra cruz resulta una sorpresa. El sufrimiento y el dolor no esperan ser anunciados. Llegan sin presentarse. Nunca sabemos lo que nos depara el mañana. No tenemos la seguridad de cuándo vendrá la muerte o la enfermedad porque nuestra cruz no siempre se anuncia a sí misma. ¿No es este nuestra porción actual y la "nueva realidad" del siglo XXI ... en este preciso momento en el que nos enfrentamos a la pandemia del Covid-19? ¡Cómo han cambiado tan inesperadamente nuestras vidas! Este Viernes Santo ... esta Pascua serán como ninguna otra ... ¡esta "nueva realidad" se convertirá en nuestra "realidad vivida"!
Cuántos y cuántas de quienes leemos estas líneas no esperábamos que nos sucedieran ciertas cosas, y, sin embargo, nos sucedieron. Hay algo heroico en las cruces que las personas deciden cargar: una persona joven que elige llevar una vida de servicio y compromiso con la gente menos afortunada; un abogado que deja su establecida práctica legal para dedicarse a trabajar con las personas sin techo.
Simón de Cirene, no obstante, representa a una gran cantidad de hombres y de mujeres que en cada nueva época se ven obligados y obligadas a cargar una cruz que no eligieron. Creo que cada detalle de la experiencia de Simón tiene algún paralelo con la nuestra. Pienso, por ejemplo, en aquellas personas que se enfrentan a una enfermedad invalidante, que nunca hubieran elegido. De repente, se encuentran cara a cara con una situación que nunca hubieran imaginado. O, pienso en esos padres y madres que se encuentran luchando con una criatura con problemas mentales, sin saber qué hacer, sabiendo que se enfrentan a una vida de decisiones difíciles y de inevitables dolores de cabeza. La cuestión es que muchos de nosotros y de nosotras, algún día, enfrentaremos una elección que no hubiéramos elegido para nuestras vidas.
Sin embargo, nuestra cruz es diferente a la de Cristo. Jesús esperaba su cruz. Sabía que había nacido para morir y eligió el camino de Getsemaní hacia el Calvario. Cristo escogió el camino de la cruz, para la salvación de la humanidad. La sombra de la cruz siempre estuvo en su camino. De manera recurrente orientó su rostro hacia Jerusalén. Dios nos evita esta anticipación y nos asegura que, cuando la cruz llegue, nos dará también la fuerza.
Nuestro texto de Marcos 15:21 nos recuerda que los soldados obligaron a Simón a cargar la cruz de Jesús. Esto sugiere que existe una COMPULSIÓN de la cruz.
¿Qué hizo Simón para merecer tal experiencia? Estaba atendiendo sus propios asuntos. Era un ciudadano pacífico y respetuoso de la ley. No tuvo nada que ver con el juicio. De hecho, seleccionaron a la persona equivocada. Si necesitaban a alguien para cargar la cruz, ¿por qué no tomaron a alguna de esas personas que acosaron a Cristo hasta llevarlo a juicio y que estaban ansiosas por su condena? Simón, realmente parece obligado a llevar una cruz que ni siquiera era la suya. Evidentemente y sin duda existe una compulsión en cargar la cruz.
Solemos preguntarnos a veces, ¿por qué se nos ha impuesto a nosotros, a nosotras, esta carga? ¿Qué hemos hecho para merecer tanto sufrimiento y dolor? No nos parece justo, ¿verdad? Cuando llega nuestra cruz, a veces nos rebelamos. Creemos que algo está mal y nos preguntamos ¿por qué las personas malvadas parecen prosperar y las que son justas sufren? Cuando Simón se encontró cara a cara con esta cruz no elegida, pudo haberse preguntado: "¿Por qué yo?" "¿Por qué no alguien más?" "¿Por estar parado en el lugar equivocado en el momento equivocado?" Puede que Simón se haya visto obligado a cargar esa cruz, pero Simón mismo tuvo que decidir cómo la cargaría. Solo hay una manera de seguir a Cristo, y esa la que él eligió: el camino de la cruz. Tal vez necesitamos ver nuestra cruz como una oportunidad para el crecimiento espiritual y para la madurez, más que como problemas de destrucción. Pero, no me malinterpreten, esto de ninguna manera minimiza o condona los crímenes atroces y los actos violentos contra la humanidad, especialmente hacia las mujeres y hacia los niños y niñas. No debemos probar a Dios.
Alcanza con decir que muchas personas prefieren hoy el camino fácil y el menos complicado. ¿Quién no? ¿Quién quiere dejar su camino o hacer un esfuerzo adicional para ayudar a las demás personas? ¿Quién quiere llevar la cruz de otras personas ... teniendo que cargar nuestras propias cruces? ¿Por qué hay tanta resistencia a cargar la cruz de las demás personas? El apóstol Pablo nos recuerda en Gálatas 6: 2: "Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo".
En esta "nueva normalidad" y con la práctica del "distanciamiento social", hemos tenido que sacrificar nuestras propias agendas personales por el bienestar de todos y todas. Este sacrificio necesario es una manera de cargar la cruz que podemos sentir que no merecemos. Cristo no merecía su cruz, pero tuvo que pagar un precio por la salvación de la humanidad. Si Jesús hubiese bajado de la cruz, no podría haber concluido la obra que Dios le había encomendado realizar. Cuán bendecidos y bendecidas somos, porque Jesús no se bajó de aquella cruz. Si Jesús hubiese pensado en sí mismo, la voluntad de Dios no se habría cumplido. Los sumos sacerdotes tenían razón: para salvar a otras personas, Jesús no podía salvarse a sí mismo. Ciertamente, al no salvarse a sí mismo, le estaba garantizando la vida eterna al mundo. Las acusaciones de los sacerdotes se convirtieron en la mayor paradoja de todos los tiempos. Había una profunda sabiduría en su insulto, como se observa en Marcos 15:31, " Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo!" Al no salvarse a sí mismo, Jesús pudo salvar a la humanidad.
Conclusión
Amigos y amigas, cargar la cruz no es algo sencillo. Es difícil. La cruz es pesada. Y, por supuesto, en ocasiones se vuelve muy pesado. Las cruces son ásperas y duras. Cuando Jesús nos convocó, nos convocó a un camino de sacrificio. Desde el momento en que deseamos seguir a Cristo, la cruz aparece delante nuestro. Y vemos dolor, angustia, agitación y persecución, penas, explotación y opresión. Podemos decir que el cristianismo no es una religión barata. Desafía lo mejor que hay en el alma. Exige corazones con valor. No ofrece facilitarnos las cosas o los placeres de una vida relajada, sino la cruz que nos desafía a la fidelidad. La cruz puede aparecer en la forma de alguna interrupción o disrupción, pero puede transformarse también en una oportunidad para el crecimiento y una transformación positiva.
Por ello, no todo es desesperación. Existe una bendición en la cruz. La cruz también nos ofrece esperanza y puede ser una "bendición disfrazada". La cruz nos impide desechar los verdaderos valores de la vida. Algo tan simple como un esguince de tobillo o un dolor de garganta puede ayudarnos a descubrir la enorme bendición que significa poder caminar y poder hablar. La cruz nos guía de regreso a Dios. Nos recuerda el valor de las cosas simples de la vida, que dábamos por sentadas.
Al enfrentarnos cara a cara con el cargar la cruz en este siglo XXI, especialmente durante este año 2020, nos vemos cara a cara con lo inesperado y con la compulsión de la cruz, como en el caso de Simón de Cirene. Que podamos apreciar que Cristo permanezca en la cruz, por fe, para que la voluntad de Dios se cumpla y para que el mundo sepa que Jesús es el Cristo, el hijo del Dios viviente, que murió y resucitó para que el mundo tenga vida, y vida en toda su plenitud.
—Rev. Joy Evelyn Abdul-Mohan
Iglesia presbiteriana de Trinidad y Tobago