Pensamientos para estos tiempos inexplorado
¡Oh sabático descanso en Galilea!
Oh calma de las altas colinas,
donde Jesús, de rodillas, compartió contigo
el silencio de la eternidad
interpretado por el amor!
Deja caer el rocío de tus silencios,
hasta que cesen todos nuestros esfuerzos;
toma de nuestras almas la tensión y el estrés,
y permite que nuestras vidas transformadas confiesen
la belleza de tu paz.
Las palabras del himno “Amado Señor y Padre de la humanidad” (“Dear Lord and Father of Mankind”), escrito por
John G. Whittier en 1872 suenan muy apropiadas para estos tiempos inexplorados. Esta sensación de calma a la que alude el autor del himno debe considerarse como el antídoto contra el frenesí que algunas personas han adoptado en respuesta al COVID-19.
En tanto oímos las noticias del mundo y leemos y tratamos de interpretar contextualmente al COVID-19, es fácil sentirnos abrumados, abrumadas. Hay muchas voces hablando al mismo tiempo y las personas transmiten a través de las redes sociales cada pequeño chisme que reciben. Los oídos están en sintonía con los ruidos y las lenguas y los dedos envían la información a gran velocidad. Hay rumores mezclados con miedo y muchas personas están tratando de lidiar con la nueva normalidad.
Sin embargo, hay verdades acerca de esta enfermedad, que tiene una dimensión pandémica. El coronavirus es real y es peligroso, y los gobiernos y los profesionales médicos de todo el mundo están trabajando arduamente para evitar que se propague y para mantener a las poblaciones seguras. Esta enfermedad, aunque algunas personas hayan sobrevivido, es mortal y debe considerarse con una profunda seriedad, ya que tiene el potencial de destruir no solamente a las personas, sino también a las instituciones como la familia, la comunidad, la cultura y la religión tal como las conocemos hasta ahora.
En nuestro propio contexto, el gobernador, el primer ministro, el gobierno y los profesionales de la salud y de la seguridad han sido muy insistentes en sus advertencias y nos han presionado para que obedezcamos las órdenes, nos cuidemos a nosotros mismos y a las demás personas, nos restrinjamos en nuestros patrones de compra y aprovisionamiento, para tratar de actuar con justicia y honestidad a la hora de ir a los negocios, cuidando a las personas empleadas, recordando a las personas más vulnerables y QUEDANDONOS EN CASA.
El Gobierno de las Islas Caimán, sobre todo, es consciente de las implicaciones que tiene el coronavirus para estas islas si no es posible controlarlo. Hacer frente adecuadamente a la mortandad y a la enfermedad de las personas en la proporción que hemos visto en jurisdicciones más grandes, es imposible de imaginar si llegara a convertirse en nuestra realidad.
Por esta razón, como miembros y adherentes de la Iglesia Unida, vayamos más allá y colaboremos en esta gran causa, obstaculizando la propagación del virus en las Islas Caimán. ¡Quédese en su casa si no figura en la lista de los servicios esenciales!
Teológicamente, siento un llamado para que asumamos la necesidad de recurrir al silencio de la eternidad, interpretado por el amor. El rocío de nuestros silencios necesita impregnar nuestro ser.
Que los sentidos se adormezcan, que la carne se apacigüe;
habla a través del terremoto, el viento y el fuego,
(y el COVID-19)
Oh, todavía, frágil voz de la calma.
Sí, estos son días con los que nunca soñamos o que jamás imaginamos vivir o llegar a vivir alguna vez, pero aquí están, y somos llamados y llamadas a alcanzar la hondura de nuestra fe, a descansar en nuestro Dios y a sobrevivir como aquellas personas que tienen esperanza. Pablo, al escribir a la iglesia en Tesalónica, en 1° Tesalonicenses 4:9–13, dijo:
En cuanto al amor fraternal, no necesitan que les escribamos, porque Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros. En efecto, ustedes aman a todos los hermanos que viven en Macedonia. No obstante, hermanos, les animamos a amarse aún más, a procurar vivir en quietud, a ocuparse de sus propias responsabilidades y a trabajar con sus propias manos. Así les he mandado, para que por su modo de vivir se ganen el respeto de los que no son creyentes, y no tengan que depender de nadie. Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza. ¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él. (NVI)
Hay tres instrucciones claras que deseo extraer de este texto:
1. En medio de todo esto, amarse unos a otros, unas a otras. Si realmente nos amamos, haremos lo siguiente:
a. Colocaremos la vida humana por encima de todo lo demás: la economía, los márgenes de ganancia, la necesidad de reunirnos (incluso para los cultos), el impulso de pensar que debemos seguir adelante con nuestro estilo de vida a pesar de los demás y dejar de lado nuestros deseos egoístas y nos aseguraremos de no vaciar todo el supermercado solo para nosotros, nosotras.
b. Seremos conscientes de la sobrecarga de información y filtraremos desde el sentido común los mensajes recibidos antes de transmitirlos como si fuesen la verdad del evangelio.
c. Practicaremos el distanciamiento social y expresaremos nuestro amor desde la distancia.
d. Nos quedaremos en casa y aprenderemos a apreciar nuevamente el don de nuestra familia inmediata.
e. Consideraremos a las personas más vulnerables y procuraremos su bienestar. Llamaremos a las personas ancianas, compartiremos algunas de nuestras provisiones cuando se presente la oportunidad de hacerlo. Tendremos cuidado, sin embargo, de practicar el distanciamiento social para no transmitirles la enfermedad.
f. Daremos atención a los niños y a las niñas, ya que algunos y algunas estarán desconcertados durante este tiempo, dado que todo su entorno de cuidado ha cambiado de alguna manera y sin piedad. Ellos y ellas oyen nuestras conversaciones, observan nuestras acciones y sus vidas son marcadas con nuestros ejemplos. Nos aseguraremos de transitar cuidadosamente este tiempo con nuestros hijos e hijas para que adquieran buenas herramientas para afrontar la realidad y transformarse en una generación de sobrevivientes.
g. Pensaremos y oraremos por los y las profesionales de la salud que arriesgan sus propias vidas para salvar las nuestras. Oraremos por el gobierno. Recordaremos dar una palabra de ánimo y, cuando sea posible, les proporcionaremos elementos simples pero necesarios para demostrar que nos importan.
2. Vivan en quietud – si hacemos buen uso de este tiempo –intentaremos:
a. Buscar discernimiento en la Palabra de Dios y, por medio del Espíritu de Dios, descubrir lo que Dios le está diciendo a la humanidad en este momento. El COVID-19 ha captado la atención del mundo entero. Casi no hay otras noticias, a pesar de que haya quienes todavía buscan este escenario mundial para la promoción de su propio yo. Vamos a quedarnos en quietud.
b. Comprender que en todo el mundo y también aquí en las Islas Caimán hubo mucho ruido. Estuvimos inmersos en conversaciones, activismo, condena, discriminación, corrupción en muchas formas, egoísmo y precipitación. Este es un momento de tranquilidad y para reorientar la brújula moral de nuestras vidas. Usemos este tiempo para una reflexión personal y tranquila - incluso somos parte de la Iglesia-, detengámonos y busquemos nuevamente la gracia y el favor de Dios y, sobre todo, busquemos con fervor la voluntad de Dios.
c. Calmar nuestro espíritu inquieto, lo cual puede ser difícil de lograr en estos días críticos. Aprendamos a disponernos de manera pacífica y tranquila. Hay personas que no pueden quedarse quietas, pero esta es una forma de arte que nos vemos obligados y obligadas a aprender. Por ende, se nos anima a pasar tiempo en oración y meditación, incluso mientras trabajamos y estudiamos en casa.
d. Calmar nuestra necesidad de hablar sin cesar y transmitir todo lo que hemos escuchado. Tratemos de internalizar algo y busquemos la presencia del Espíritu Santo en nuestro ser.
e. Desarrollar un Nuevo aprecio por la Palabra de Dios, por la oración y aprendamos a habitar en la presencia de Dios.
3. No se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza – si ésta es nuestra postura, entonces:
a. Abundaremos en santidad para que poder tener esperanza. La santidad en tiempos de aflicción e incertidumbre puede ser difícil de comprender. Sin embargo, una vez que seamos llenos y llenas del Espíritu Santo de Dios, aprenderemos cómo depender de Dios y cómo confiar en Dios incluso en las horas más oscuras.
b. Aprenderemos cómo llorar en un momento como este. Las muertes son reales y es angustiante cada vez que vemos el recuento de personas que mueren en todo el mundo. Miles de personas, ancianas y jóvenes, hombres y mujeres, ricas y pobres, famosas y desconocidas están muriendo. El COVID-19 no hace acepción de personas. Nos recuerda el poema de James Shirley "Muerte - el nivelador", y eso es realmente aterrador. Por lo tanto, debemos ser conmovidos y conmovidas por cada muerte, incluso si no conocemos a la persona, pero sin caer en un dolor desproporcionado.
c. Nos aferraremos al Dios de la esperanza, quien ha prometido nunca dejarnos ni abandonarnos. (Hebreos 13:5). También buscaremos consuelo en 2° Timoteo 1:7: pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, de amor y de dominio propio.
d. En medio del COVID-19, podemos tener la certeza que el Dios de la esperanza está con nosotros y nosotras y en ello recibimos consuelo. Aseguremos nuestra fe y anclemos nuestras almas en Cristo, la roca firma.
e. Los y las invite a abrazar las palabras de la canción “Que el Dios de esperanza esté con ustedes” (“The God of hope be with you”), con texto de la Ken Bible y música de Tom Fettke © 1993, 1995 por Pilot Point”
“Que el Dios de la esperanza esté con ustedes,
que el Señor del amor esté entre ustedes,
que el Príncipe de la paz reine en ustedes,
que su Espíritu de poder les llene.
Que Dios mismo les rodee,
y que su presencia sea su alegría.
Que Dios mismo les rodee,
y que su presencia sea tu alegría”.
Amén.
Oh calma de las altas colinas,
donde Jesús, de rodillas, compartió contigo
el silencio de la eternidad
interpretado por el amor!
Deja caer el rocío de tus silencios,
hasta que cesen todos nuestros esfuerzos;
toma de nuestras almas la tensión y el estrés,
y permite que nuestras vidas transformadas confiesen
la belleza de tu paz.
Las palabras del himno “Amado Señor y Padre de la humanidad” (“Dear Lord and Father of Mankind”), escrito por
John G. Whittier en 1872 suenan muy apropiadas para estos tiempos inexplorados. Esta sensación de calma a la que alude el autor del himno debe considerarse como el antídoto contra el frenesí que algunas personas han adoptado en respuesta al COVID-19.
En tanto oímos las noticias del mundo y leemos y tratamos de interpretar contextualmente al COVID-19, es fácil sentirnos abrumados, abrumadas. Hay muchas voces hablando al mismo tiempo y las personas transmiten a través de las redes sociales cada pequeño chisme que reciben. Los oídos están en sintonía con los ruidos y las lenguas y los dedos envían la información a gran velocidad. Hay rumores mezclados con miedo y muchas personas están tratando de lidiar con la nueva normalidad.
Sin embargo, hay verdades acerca de esta enfermedad, que tiene una dimensión pandémica. El coronavirus es real y es peligroso, y los gobiernos y los profesionales médicos de todo el mundo están trabajando arduamente para evitar que se propague y para mantener a las poblaciones seguras. Esta enfermedad, aunque algunas personas hayan sobrevivido, es mortal y debe considerarse con una profunda seriedad, ya que tiene el potencial de destruir no solamente a las personas, sino también a las instituciones como la familia, la comunidad, la cultura y la religión tal como las conocemos hasta ahora.
En nuestro propio contexto, el gobernador, el primer ministro, el gobierno y los profesionales de la salud y de la seguridad han sido muy insistentes en sus advertencias y nos han presionado para que obedezcamos las órdenes, nos cuidemos a nosotros mismos y a las demás personas, nos restrinjamos en nuestros patrones de compra y aprovisionamiento, para tratar de actuar con justicia y honestidad a la hora de ir a los negocios, cuidando a las personas empleadas, recordando a las personas más vulnerables y QUEDANDONOS EN CASA.
El Gobierno de las Islas Caimán, sobre todo, es consciente de las implicaciones que tiene el coronavirus para estas islas si no es posible controlarlo. Hacer frente adecuadamente a la mortandad y a la enfermedad de las personas en la proporción que hemos visto en jurisdicciones más grandes, es imposible de imaginar si llegara a convertirse en nuestra realidad.
Por esta razón, como miembros y adherentes de la Iglesia Unida, vayamos más allá y colaboremos en esta gran causa, obstaculizando la propagación del virus en las Islas Caimán. ¡Quédese en su casa si no figura en la lista de los servicios esenciales!
Teológicamente, siento un llamado para que asumamos la necesidad de recurrir al silencio de la eternidad, interpretado por el amor. El rocío de nuestros silencios necesita impregnar nuestro ser.
Que los sentidos se adormezcan, que la carne se apacigüe;
habla a través del terremoto, el viento y el fuego,
(y el COVID-19)
Oh, todavía, frágil voz de la calma.
Sí, estos son días con los que nunca soñamos o que jamás imaginamos vivir o llegar a vivir alguna vez, pero aquí están, y somos llamados y llamadas a alcanzar la hondura de nuestra fe, a descansar en nuestro Dios y a sobrevivir como aquellas personas que tienen esperanza. Pablo, al escribir a la iglesia en Tesalónica, en 1° Tesalonicenses 4:9–13, dijo:
En cuanto al amor fraternal, no necesitan que les escribamos, porque Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros. En efecto, ustedes aman a todos los hermanos que viven en Macedonia. No obstante, hermanos, les animamos a amarse aún más, a procurar vivir en quietud, a ocuparse de sus propias responsabilidades y a trabajar con sus propias manos. Así les he mandado, para que por su modo de vivir se ganen el respeto de los que no son creyentes, y no tengan que depender de nadie. Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza. ¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él. (NVI)
Hay tres instrucciones claras que deseo extraer de este texto:
1. En medio de todo esto, amarse unos a otros, unas a otras. Si realmente nos amamos, haremos lo siguiente:
a. Colocaremos la vida humana por encima de todo lo demás: la economía, los márgenes de ganancia, la necesidad de reunirnos (incluso para los cultos), el impulso de pensar que debemos seguir adelante con nuestro estilo de vida a pesar de los demás y dejar de lado nuestros deseos egoístas y nos aseguraremos de no vaciar todo el supermercado solo para nosotros, nosotras.
b. Seremos conscientes de la sobrecarga de información y filtraremos desde el sentido común los mensajes recibidos antes de transmitirlos como si fuesen la verdad del evangelio.
c. Practicaremos el distanciamiento social y expresaremos nuestro amor desde la distancia.
d. Nos quedaremos en casa y aprenderemos a apreciar nuevamente el don de nuestra familia inmediata.
e. Consideraremos a las personas más vulnerables y procuraremos su bienestar. Llamaremos a las personas ancianas, compartiremos algunas de nuestras provisiones cuando se presente la oportunidad de hacerlo. Tendremos cuidado, sin embargo, de practicar el distanciamiento social para no transmitirles la enfermedad.
f. Daremos atención a los niños y a las niñas, ya que algunos y algunas estarán desconcertados durante este tiempo, dado que todo su entorno de cuidado ha cambiado de alguna manera y sin piedad. Ellos y ellas oyen nuestras conversaciones, observan nuestras acciones y sus vidas son marcadas con nuestros ejemplos. Nos aseguraremos de transitar cuidadosamente este tiempo con nuestros hijos e hijas para que adquieran buenas herramientas para afrontar la realidad y transformarse en una generación de sobrevivientes.
g. Pensaremos y oraremos por los y las profesionales de la salud que arriesgan sus propias vidas para salvar las nuestras. Oraremos por el gobierno. Recordaremos dar una palabra de ánimo y, cuando sea posible, les proporcionaremos elementos simples pero necesarios para demostrar que nos importan.
2. Vivan en quietud – si hacemos buen uso de este tiempo –intentaremos:
a. Buscar discernimiento en la Palabra de Dios y, por medio del Espíritu de Dios, descubrir lo que Dios le está diciendo a la humanidad en este momento. El COVID-19 ha captado la atención del mundo entero. Casi no hay otras noticias, a pesar de que haya quienes todavía buscan este escenario mundial para la promoción de su propio yo. Vamos a quedarnos en quietud.
b. Comprender que en todo el mundo y también aquí en las Islas Caimán hubo mucho ruido. Estuvimos inmersos en conversaciones, activismo, condena, discriminación, corrupción en muchas formas, egoísmo y precipitación. Este es un momento de tranquilidad y para reorientar la brújula moral de nuestras vidas. Usemos este tiempo para una reflexión personal y tranquila - incluso somos parte de la Iglesia-, detengámonos y busquemos nuevamente la gracia y el favor de Dios y, sobre todo, busquemos con fervor la voluntad de Dios.
c. Calmar nuestro espíritu inquieto, lo cual puede ser difícil de lograr en estos días críticos. Aprendamos a disponernos de manera pacífica y tranquila. Hay personas que no pueden quedarse quietas, pero esta es una forma de arte que nos vemos obligados y obligadas a aprender. Por ende, se nos anima a pasar tiempo en oración y meditación, incluso mientras trabajamos y estudiamos en casa.
d. Calmar nuestra necesidad de hablar sin cesar y transmitir todo lo que hemos escuchado. Tratemos de internalizar algo y busquemos la presencia del Espíritu Santo en nuestro ser.
e. Desarrollar un Nuevo aprecio por la Palabra de Dios, por la oración y aprendamos a habitar en la presencia de Dios.
3. No se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza – si ésta es nuestra postura, entonces:
a. Abundaremos en santidad para que poder tener esperanza. La santidad en tiempos de aflicción e incertidumbre puede ser difícil de comprender. Sin embargo, una vez que seamos llenos y llenas del Espíritu Santo de Dios, aprenderemos cómo depender de Dios y cómo confiar en Dios incluso en las horas más oscuras.
b. Aprenderemos cómo llorar en un momento como este. Las muertes son reales y es angustiante cada vez que vemos el recuento de personas que mueren en todo el mundo. Miles de personas, ancianas y jóvenes, hombres y mujeres, ricas y pobres, famosas y desconocidas están muriendo. El COVID-19 no hace acepción de personas. Nos recuerda el poema de James Shirley "Muerte - el nivelador", y eso es realmente aterrador. Por lo tanto, debemos ser conmovidos y conmovidas por cada muerte, incluso si no conocemos a la persona, pero sin caer en un dolor desproporcionado.
c. Nos aferraremos al Dios de la esperanza, quien ha prometido nunca dejarnos ni abandonarnos. (Hebreos 13:5). También buscaremos consuelo en 2° Timoteo 1:7: pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, de amor y de dominio propio.
d. En medio del COVID-19, podemos tener la certeza que el Dios de la esperanza está con nosotros y nosotras y en ello recibimos consuelo. Aseguremos nuestra fe y anclemos nuestras almas en Cristo, la roca firma.
e. Los y las invite a abrazar las palabras de la canción “Que el Dios de esperanza esté con ustedes” (“The God of hope be with you”), con texto de la Ken Bible y música de Tom Fettke © 1993, 1995 por Pilot Point”
“Que el Dios de la esperanza esté con ustedes,
que el Señor del amor esté entre ustedes,
que el Príncipe de la paz reine en ustedes,
que su Espíritu de poder les llene.
Que Dios mismo les rodee,
y que su presencia sea su alegría.
Que Dios mismo les rodee,
y que su presencia sea tu alegría”.
Amén.
—Rev. Dr. Yvette Noble-Bloomfield
Secretaria General Adjunta Regional
Concilio Regional de Misión de las Islas Caimán