Ananías y Jeremías: Profecía en la era del COVID-19
Resulta una tarea desafiante y sagrada, este desarrollo de la capacidad de leer los signos de los tiempos en medio de esta violenta y mortal etapa de pandemia mundial, cuando las personas claman por justicia racial y por el fin de la violencia contra las personas oprimidos. Entretanto que buscamos leer con entendimiento, sonidos cacofónicos nos rodean expresando diversas interpretaciones de la "verdad". Las personas y las naciones debaten sobre la manera de reabrir las economías y cómo la decisión de un país empujará a otros hacia la seguridad o al peligro; el papel del prejuicio racial en relación a la seguridad, la atención médica, la educación y la producción y mantenimiento de la riqueza; cómo abordar los efectos devastadores y perdurables de nuestro pasado racista y de un presente demasiado prejuicioso; y el carácter de la libertad para todos y todas.
Existe una historia bíblica acerca de dos profetas, cuyos diversos puntos de vista suenan familiares en nuestro tiempo. Ananías y Jeremías (Jeremías 28) proclamaron visiones opuestas respecto del tiempo para liberarse del exilio, anticiparse a la caída de los babilonios y lo fácil que sería para los hijos e hijas de Israel volver a la normalidad. Ananías anunció una fecha de finalización, a solo dos años de distancia, para el sufrimiento del pueblo israelita. Declaró que los odiados babilonios serían destruidos y que toda la riqueza del Templo sería restaurada. Podemos asumir que muchas de las personas que escucharon esta profecía tenían el deseo de creer que llegarían a verla cumplida.
Jeremías manifestó que, si todo eso pasara, sería genial, y esperaría para ver los datos. Podemos escuchar ecos de las reacciones frustradas de los seguidores de Ananías hoy entre aquellas personas cansadas de las directivas del departamento de salud, ansiosas por las proyecciones económicas, y listas para dar por terminadas las conversaciones locales y globales sobre cómo compensar y reparar la injusticia pasada tanto en las políticas y prácticas públicas como en las privadas, y sobre la manera de abordar estas injusticias en el presente.
Este tiempo de disrupción de la economía en medio de niveles masivos de dolor y de pérdida, ha revelado la falsedad de lo que la Confesión de Accra llamó ideologías económicas que afirman ser la única alternativa posible, al tiempo que exigen un sacrificio sin final tanto a las personas empobrecidas como a la creación. La vacuidad de las falsas promesas contenidas en estas ideologías de salvación a través de la riqueza y de la prosperidad, mientras reclaman soberanía sobre la vida toda, exigiendo completa lealtad, ha sido desenmascarada por la aparición de un virus que nos ha obligado a darnos cuenta de la fragilidad humana y a enfrentar verdades dolorosas sobre los problemas creados por los sistemas económicos en los que hemos depositado nuestra confianza, por un lado, y a reconocer las limitaciones de estos sistemas para salvar al mundo, por el otro.
Ananías se enfrentó a una dura pena por hacer que la gente confiara en una mentira. Muchas naciones, incluidas algunas en la región de CANAAC, están viviendo las consecuencias y el daño de las mentiras contadas por líderes más interesados en su futuro político que en la salud y el bienestar de las personas. ¿Qué haremos después de que las profecías en las que nos hemos basado desnuden su falsedad?
Esta época nos acerca oportunidades para reflexionar sobre el pacto de gracia que Dios ha establecido con la creación, que se centra en la asociación de Dios con aquellas personas que son empobrecidas y marginadas, y se sostiene en la justicia económica y en la paz. Al revelarse la deshonestidad y el daño para las comunidades y las personas que se ha desarrollado en nuestra vida económica, debemos discernir nuevos modelos económicos que nos puedan guiar a la unidad y a la inclusión de todas ellas. ¿Qué características deben tener estos modelos para la sostenibilidad de la creación y para garantizar la dignidad y el bienestar de todas las personas en armonía?
La búsqueda de respuestas requerirá que una lectura de los signos de los tiempos, que busquemos profetas y profetizas que pronuncien palabras que nos movilicen y que nos capaciten para hacer justicia, amar la bondad y caminar en humildad con Dios. El COVID-19 nos ha abierto los ojos a los abusos y a las desigualdades que hemos aceptado como necesarias durante demasiado tiempo. Se nos ha concedido la oportunidad de ver, de arrepentirnos, de confesar y de avanzar hacia la renovación en nuestra obediencia a Jesús y en nuestro testimonio de su convocatoria a la justicia, al amor y a la paz. Los profetas y las profetizas que nos ayudan a hacer esta difícil y sagrada tarea, pueden ayudarnos a re-aprender a leer los signos de los tiempos.
—Cynthia Holder Rich, MDiv, MCE, PhD
Profesora en Teología
Universidad Tumaini Makumira
Usa River, Arusha, Tanzania
Profesora en Teología
Universidad Tumaini Makumira
Usa River, Arusha, Tanzania