Que todos y todas tengan vida en abundancia
‘Ciertamente les aseguro que el que no entra por la puerta al redil de las ovejas, sino que trepa y se mete por otro lado, es un ladrón y un bandido. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El portero le abre la puerta, y las ovejas oyen su voz. Llama por nombre a las ovejas y las saca del redil. Cuando ya ha sacado a todas las que son suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque reconocen su voz. Pero a un desconocido jamás lo siguen; más bien, huyen de él porque no reconocen voces extrañas».
Jesús les puso este ejemplo, pero ellos no captaron el sentido de sus palabras. Por eso volvió a decirles: «Ciertamente les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran unos ladrones y unos bandidos, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo. Se moverá con entera libertad, y hallará pastos. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. — Juan 10:1-10 (NVI)
Oración:
Eterno Dios, que podamos escuchar tu Palabra en la lectura de las Escrituras; en las meditaciones de nuestros corazones, que tu Palabra sea conocida; y en la fidelidad de nuestras vidas, que tu Palabra se revele. " La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre". Amén.
Se dice que algunas personas escriben libros para su deleite y los publican para su beneficio o para recibir aplausos, otras lo hacen para instruir al mundo en temas de religión, arte y ciencias, para su provecho secular. Pero, el redactor del Evangelio, Juan, escribió sin ninguna visión de beneficio temporal para sí mismo, sino solo para persuadir a las mujeres y a los hombres a creer que Jesús es el Cristo, quien realmente sufrió, murió y resucitó de entre los muertos; y para mostrarles a las personas que, depositando su confianza en él, todas pueden obtener la plenitud de la vida, como Dios siempre quiso que fuera.
Y es así que escuchamos esas palabras de Juan 10:10 una y otra vez: "He venido para que todas las personas tengan vida y la tengan en abundancia". Estas palabras en Juan nos dicen que Jesucristo vino para que podamos experimentar la vida en toda su plenitud. Dan cuenta del papel exclusivo de Jesús y de su genuino amor y preocupación por la humanidad. Jesucristo concede acceso a lo más rico de la vida, aquella que Dios pone a disposición por su sola gracia. Para los cristianos y las cristianas, la vida con Jesús es la puerta abierta a Dios.
En nuestro texto de hoy, Jesús se define a sí mismo como el Buen Pastor que viene para que sus ovejas tengan plenitud de vida. Jesús ofrece a cada persona una vida de significado y con un propósito. Él quiere vernos viviendo nuestras vidas en una sumisión alegre a la santa voluntad de Dios y en un servicio desinteresado y sacrificado a todo el pueblo de Dios, independientemente de su credo, raza, género, edad o condición social. Cuando aceptamos el don de la vida abundante de Dios, nuestras propias vidas se tornan significativas y adquieren un propósito. Solo entonces podemos marcar una diferencia positiva en la vida de las demás personas.
No hay duda de que vivimos en un mundo sumido en una gran oscuridad y quebrantamiento. Además de la actual crisis de esta pandemia, todavía hay varias personas afectadas por el VIH / SIDA. La pobreza, el incesto, el abuso de drogas, la violación y otros crímenes violentos contra la humanidad, incluso la crueldad contra los animales y las actitudes destructivas ocasionan estragos en la sociedad, en los hogares y en la vida familiar.
Qué triste y desafortunado es ver cómo la humanidad desprecia el don de la vida de Dios y consiente, en cambio, la destrucción y la muerte. Pareciera que nos hubiera atravesado una fuerte corriente de vacío, falta de sentido y de desesperanza en nuestro país, en el Caribe y en el mundo, antes incluso de esta pandemia que hoy estamos enfrentando. Pero Cristo, como el Buen Pastor, quiere lo mejor para nosotros y nosotras, entonces, ¿por qué deberíamos contentarnos con menos?
¿Por qué algunas personas siguen eligiendo la muerte en lugar de la vida, la oscuridad en lugar de la luz, el caos en lugar de la armonía y la destrucción en lugar de la salvación?
Es evidente que muchas han rechazado esta vida abundante que ofrece Jesucristo, el Buen Pastor. La cuestión es, ¿cómo podemos cada uno de nosotros, cada una de nosotras animarnos a abrazar una vez más, de modos muy reales y prácticos, esta vida abundante que Jesús ofrece? ¿Cómo podemos animarnos mutuamente a vivir vidas saludables, especialmente en estos tiempos desafiantes y cambiantes?
La Palabra de Dios nos desafía a buscar hoy esta vida abundante en Cristo. Como quienes ejercemos la mayordomía de Dios, como administradores y administradoras de Dios en esta tierra, Dios espera que seamos fieles y obedientes a su mandamiento. Tenemos una responsabilidad mutua con todo el pueblo de Dios, especialmente con aquellas personas que están marginadas y quebrantadas. Nuestra misma supervivencia depende de nuestro regreso a los caminos de la justicia, la paz, el amor, la compasión y el perdón de Dios. Necesitamos reconocer no solo nuestro propio valor como personas, sino también el valor de las demás. Necesitamos tener un amor y una preocupación genuinos por toda la Creación de Dios.
Vivamos con fidelidad y sabiduría, elijamos la vida, la luz, la armonía y la salvación por sobre la muerte, la oscuridad, el caos y la destrucción. En el nombre de Dios nuestro Creador, Jesús nuestro Salvador resucitado, y el Espíritu Santo, nuestra Guía y Enseñanza. ¡Amén!
Jesús les puso este ejemplo, pero ellos no captaron el sentido de sus palabras. Por eso volvió a decirles: «Ciertamente les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran unos ladrones y unos bandidos, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo. Se moverá con entera libertad, y hallará pastos. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. — Juan 10:1-10 (NVI)
Oración:
Eterno Dios, que podamos escuchar tu Palabra en la lectura de las Escrituras; en las meditaciones de nuestros corazones, que tu Palabra sea conocida; y en la fidelidad de nuestras vidas, que tu Palabra se revele. " La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre". Amén.
Se dice que algunas personas escriben libros para su deleite y los publican para su beneficio o para recibir aplausos, otras lo hacen para instruir al mundo en temas de religión, arte y ciencias, para su provecho secular. Pero, el redactor del Evangelio, Juan, escribió sin ninguna visión de beneficio temporal para sí mismo, sino solo para persuadir a las mujeres y a los hombres a creer que Jesús es el Cristo, quien realmente sufrió, murió y resucitó de entre los muertos; y para mostrarles a las personas que, depositando su confianza en él, todas pueden obtener la plenitud de la vida, como Dios siempre quiso que fuera.
Y es así que escuchamos esas palabras de Juan 10:10 una y otra vez: "He venido para que todas las personas tengan vida y la tengan en abundancia". Estas palabras en Juan nos dicen que Jesucristo vino para que podamos experimentar la vida en toda su plenitud. Dan cuenta del papel exclusivo de Jesús y de su genuino amor y preocupación por la humanidad. Jesucristo concede acceso a lo más rico de la vida, aquella que Dios pone a disposición por su sola gracia. Para los cristianos y las cristianas, la vida con Jesús es la puerta abierta a Dios.
En nuestro texto de hoy, Jesús se define a sí mismo como el Buen Pastor que viene para que sus ovejas tengan plenitud de vida. Jesús ofrece a cada persona una vida de significado y con un propósito. Él quiere vernos viviendo nuestras vidas en una sumisión alegre a la santa voluntad de Dios y en un servicio desinteresado y sacrificado a todo el pueblo de Dios, independientemente de su credo, raza, género, edad o condición social. Cuando aceptamos el don de la vida abundante de Dios, nuestras propias vidas se tornan significativas y adquieren un propósito. Solo entonces podemos marcar una diferencia positiva en la vida de las demás personas.
No hay duda de que vivimos en un mundo sumido en una gran oscuridad y quebrantamiento. Además de la actual crisis de esta pandemia, todavía hay varias personas afectadas por el VIH / SIDA. La pobreza, el incesto, el abuso de drogas, la violación y otros crímenes violentos contra la humanidad, incluso la crueldad contra los animales y las actitudes destructivas ocasionan estragos en la sociedad, en los hogares y en la vida familiar.
Qué triste y desafortunado es ver cómo la humanidad desprecia el don de la vida de Dios y consiente, en cambio, la destrucción y la muerte. Pareciera que nos hubiera atravesado una fuerte corriente de vacío, falta de sentido y de desesperanza en nuestro país, en el Caribe y en el mundo, antes incluso de esta pandemia que hoy estamos enfrentando. Pero Cristo, como el Buen Pastor, quiere lo mejor para nosotros y nosotras, entonces, ¿por qué deberíamos contentarnos con menos?
¿Por qué algunas personas siguen eligiendo la muerte en lugar de la vida, la oscuridad en lugar de la luz, el caos en lugar de la armonía y la destrucción en lugar de la salvación?
Es evidente que muchas han rechazado esta vida abundante que ofrece Jesucristo, el Buen Pastor. La cuestión es, ¿cómo podemos cada uno de nosotros, cada una de nosotras animarnos a abrazar una vez más, de modos muy reales y prácticos, esta vida abundante que Jesús ofrece? ¿Cómo podemos animarnos mutuamente a vivir vidas saludables, especialmente en estos tiempos desafiantes y cambiantes?
La Palabra de Dios nos desafía a buscar hoy esta vida abundante en Cristo. Como quienes ejercemos la mayordomía de Dios, como administradores y administradoras de Dios en esta tierra, Dios espera que seamos fieles y obedientes a su mandamiento. Tenemos una responsabilidad mutua con todo el pueblo de Dios, especialmente con aquellas personas que están marginadas y quebrantadas. Nuestra misma supervivencia depende de nuestro regreso a los caminos de la justicia, la paz, el amor, la compasión y el perdón de Dios. Necesitamos reconocer no solo nuestro propio valor como personas, sino también el valor de las demás. Necesitamos tener un amor y una preocupación genuinos por toda la Creación de Dios.
Vivamos con fidelidad y sabiduría, elijamos la vida, la luz, la armonía y la salvación por sobre la muerte, la oscuridad, el caos y la destrucción. En el nombre de Dios nuestro Creador, Jesús nuestro Salvador resucitado, y el Espíritu Santo, nuestra Guía y Enseñanza. ¡Amén!
—Reverendísimo Joy Evelyn Abdul-Mohan
Moderador, Iglesia Presbiteriana de Trinidad y Tobago