Vida Abundante
Al momento de escribir estas palabras, me encuentro en una cabaña con vista al hermoso lago Ontario, cerca de donde nace el poderoso río San Lorenzo. El sol está brillando sobre el agua; arces, robles, álamos y fresnos se mecen suavemente bajo la brisa del verano. Estoy agradecido de estar aquí y lo considero un privilegio y una alegría. Se asemeja mucho a una "vida abundante" (Juan 10:10).
También sé que estar aquí implica que, en algún momento del pasado, la población indígena ya no fue más bienvenida por las circunstancias o intencionadamente. Hoy, los Mohawks de la Bahía de Quinte consideran que éste es su territorio tradicional, y he aprendido a reconocer y honrar esa verdad.
Han pasado cinco años desde que la Comisión por la Verdad y la Reconciliación de Canadá concluyó su mandato, publicando su informe de seis volúmenes que documenta la historia y los impactos p del sistema de Escuelas Residenciales Indias; [1] un legado que nuestro primer ministro llamó "un capítulo triste en nuestra historia" durante el pedido de disculpas de 2008.[2]
Durante generaciones, la iglesia ha puesto su propia teología y su propio pensamiento por sobre quienes están fuera del redil. "Nosotros sabemos mejor", fue la frecuente excusa para imponer a otras personas una versión del evangelio que estaba tan impregnada de una cultura dominante que seguramente tenía muy poco parecido con lo que Jesús seguramente querría. La Confesión de Accra rechaza cualquier teología que afirme que Dios está solamente del lado de los ricos por sobre los pobres, y " toda forma de injusticia que destruya las relaciones justas – (por causa de) género, raza, clase, discapacidad o casta".[3]
Hoy en Canadá, doce años después de una disculpa gubernamental y cinco años después de la significativa tarea de la Comisión por la Verdad y la Reconciliación, los pueblos indígenas en Canadá (y otros) se preguntan con toda razón qué hemos aprendido.
Los miembros del Consejo Nacional de Ministerios Indígenas de nuestra iglesia nos han recordado nuevamente que la violencia contra los pueblos indígenas es una de las injusticias más graves y que debe ser nombrada y detenida. El racismo sistémico contra los pueblos indígenas es operativo en nuestras instituciones y en las estructuras de nuestra sociedad.
En solo dos meses este año, Rodney Levi, Chantel Moore, Abraham Natanine, Regis Korchinski-Paquet, Stewart Kevin Andrews, Everett Patrick, Jason Collins y Eishia Hudson - las ocho, personas indígenas - murieron durante encuentros con efectivos policiales en Canadá. Dos de estas personas murieron durante los así llamados "controles de salud".
Como reacción a estos clamores de justicia, la Iglesia Presbiteriana de Canadá ha elaborado un plan de acción y ha asumido el compromiso de seguir estos y otros esfuerzos para lograr la sanación y la justicia.
El plan condena y exige el fin de la violencia contra los pueblos indígenas, sea éste ejercido por la policía, las acciones sistémicas o el racismo interpersonal. Reafirma la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas como un marco apropiado para la reconciliación.[4] Alentamos a nuestros miembros a encontrar modos concretos de búsqueda de justicia para los pueblos indígenas y a aprender sobre la historia indígena.
En la Confesión de Accra, el Evangelio de Juan aparece como una advertencia y una promesa:
El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas”. (Juan 10:10-11, NVI).
Como personas cristianas dentro de la familia reformada, vivimos no para destruir sino para edificar, y tenemos a Jesús mismos como modelo, que ofrece vida en abundancia para todos y todas.
[1] http://nctr.ca/reports.php
[2] https://www.rcaanc-cirnac.gc.ca/eng/1100100015644/1571589171655
[3] http://wcrc.ch/wp-content/uploads/2015/04/TheAccraConfession-English.pdf
[4] https://www.un.org/development/desa/indigenouspeoples/declaration-on-the-rights-of-indigenous-peoples.html
También sé que estar aquí implica que, en algún momento del pasado, la población indígena ya no fue más bienvenida por las circunstancias o intencionadamente. Hoy, los Mohawks de la Bahía de Quinte consideran que éste es su territorio tradicional, y he aprendido a reconocer y honrar esa verdad.
Han pasado cinco años desde que la Comisión por la Verdad y la Reconciliación de Canadá concluyó su mandato, publicando su informe de seis volúmenes que documenta la historia y los impactos p del sistema de Escuelas Residenciales Indias; [1] un legado que nuestro primer ministro llamó "un capítulo triste en nuestra historia" durante el pedido de disculpas de 2008.[2]
Durante generaciones, la iglesia ha puesto su propia teología y su propio pensamiento por sobre quienes están fuera del redil. "Nosotros sabemos mejor", fue la frecuente excusa para imponer a otras personas una versión del evangelio que estaba tan impregnada de una cultura dominante que seguramente tenía muy poco parecido con lo que Jesús seguramente querría. La Confesión de Accra rechaza cualquier teología que afirme que Dios está solamente del lado de los ricos por sobre los pobres, y " toda forma de injusticia que destruya las relaciones justas – (por causa de) género, raza, clase, discapacidad o casta".[3]
Hoy en Canadá, doce años después de una disculpa gubernamental y cinco años después de la significativa tarea de la Comisión por la Verdad y la Reconciliación, los pueblos indígenas en Canadá (y otros) se preguntan con toda razón qué hemos aprendido.
Los miembros del Consejo Nacional de Ministerios Indígenas de nuestra iglesia nos han recordado nuevamente que la violencia contra los pueblos indígenas es una de las injusticias más graves y que debe ser nombrada y detenida. El racismo sistémico contra los pueblos indígenas es operativo en nuestras instituciones y en las estructuras de nuestra sociedad.
En solo dos meses este año, Rodney Levi, Chantel Moore, Abraham Natanine, Regis Korchinski-Paquet, Stewart Kevin Andrews, Everett Patrick, Jason Collins y Eishia Hudson - las ocho, personas indígenas - murieron durante encuentros con efectivos policiales en Canadá. Dos de estas personas murieron durante los así llamados "controles de salud".
Como reacción a estos clamores de justicia, la Iglesia Presbiteriana de Canadá ha elaborado un plan de acción y ha asumido el compromiso de seguir estos y otros esfuerzos para lograr la sanación y la justicia.
El plan condena y exige el fin de la violencia contra los pueblos indígenas, sea éste ejercido por la policía, las acciones sistémicas o el racismo interpersonal. Reafirma la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas como un marco apropiado para la reconciliación.[4] Alentamos a nuestros miembros a encontrar modos concretos de búsqueda de justicia para los pueblos indígenas y a aprender sobre la historia indígena.
En la Confesión de Accra, el Evangelio de Juan aparece como una advertencia y una promesa:
El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas”. (Juan 10:10-11, NVI).
Como personas cristianas dentro de la familia reformada, vivimos no para destruir sino para edificar, y tenemos a Jesús mismos como modelo, que ofrece vida en abundancia para todos y todas.
[1] http://nctr.ca/reports.php
[2] https://www.rcaanc-cirnac.gc.ca/eng/1100100015644/1571589171655
[3] http://wcrc.ch/wp-content/uploads/2015/04/TheAccraConfession-English.pdf
[4] https://www.un.org/development/desa/indigenouspeoples/declaration-on-the-rights-of-indigenous-peoples.html
—Rev. Stephen Kendall
Secretario General, Iglesia Presbiteriana en Canadá
Toronto, Ontario, Canadá
Isla Tortuga
Secretario General, Iglesia Presbiteriana en Canadá
Toronto, Ontario, Canadá
Isla Tortuga