“El ayuno que he escogido,
¿no es más bien romper las cadenas de injusticia y desatar las correas del yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda atadura? ¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes?” —Isaías 58:6-7 (NVI) Crecí en una iglesia de tradición reformada que no observaba la Cuaresma. En mi tradición, en el mes correspondiente conmemorábamos el Viernes Santo, recordando los acontecimientos relacionados al sufrimiento y a la muerte de Jesús, y la Pascua, cuando cantábamos con alegría "Cristo la tumba venció…”. Pero como ministra ordenada de la Palabra y los sacramento, abracé las temáticas y las prácticas de la Cuaresma, poniendo un nuevo énfasis en hasta qué punto llegó Dios para alcanzar a su amada, aunque pecadora, creación a través del sufrimiento, de la muerte y de la resurrección de Jesucristo. No obstante, hay una práctica cuaresmal que me resulta difícil aceptar: el ayuno. Entre algunas personas cristianas, el ayuno implica principalmente renunciar a algo que les es querido, como el chocolate o las redes sociales. Estas prácticas son, sobre todo, asuntos meramente personales. ¿No debería ser la Cuaresma algo más que eso, algo más profundo, algo que verdaderamente nos cueste algo? Por eso las palabras de Isaías 58 parecen mucho más cercanas a la práctica espiritual de la Cuaresma. “El ayuno que es escogido, ¿no es más bien romper las cadenas de injusticia y desatar las correas del yugo, poner en libertad a los oprimidos…?" En los versículos anteriores hay un contraste entre el culto verdadero y el falso. En el exilio, el pueblo le pregunta a Dios: "'¿Para qué ayunamos, si no lo tomas en cuenta? ¿Para qué nos afligimos, si tú no lo notas?". Y Dios les responde: "…el día en que ustedes ayunan, hacen negocios y explotan a sus obreros. Ustedes solo ayunan para pelear y reñir, y darse puñetazos a mansalva. Si quieren que el cielo atienda sus ruegos, ¡ayunen, pero no como ahora lo hacen...". El ayuno, en Isaías, no implica apenas la renuncia a algo, a menos que sea al odio, la intolerancia, la opresión y la división. Por el contrario, se trata de movilizarnos para actuar con amor hacia nuestros semejantes. Es que dejemos de ser el centro de atención y dirijamos la atención hacia las personas necesitadas. En Lucas 10, Jesús dice algo parecido. Allí, un experto en la ley quiso poner a prueba a Jesús, y Jesús enfatiza el mandamiento de "ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero el experto en la ley quería justificarse, así que pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?". Después de contar la parábola del buen samaritano, Jesús pregunta: "'¿Quién... demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?'. ‘El que se compadeció de él, contestó el experto en la ley. ‘Anda entonces y haz tú lo mismo’, concluyó Jesús". Valoro profundamente estas palabras del Papa Francisco sobre el ayuno: " Ayuna de las palabras hirientes y di palabras amables. Ayuna de la tristeza y llénate de gratitud. Ayuna de la ira y llénate de paciencia. Ayuna del pesimismo y llénate de esperanza. Ayuna de las preocupaciones y confía en Dios. Ayuna de las quejas y contempla la sencillez. Ayune de las presiones y sea piadoso. Ayune de la amargura y llene su corazón de alegría. Ayune del egoísmo y sea compasivo con los demás. Ayuna de los rencores y reconcíliate. Ayuna de las palabras y guarda silencio para poder escuchar. ". Por supuesto, las palabras de Isaías 58 y de Lucas 10 no son simplemente palabras para una práctica cuaresmal. Más bien, describen bien la misión y la tarea del pueblo de Dios en cada época. También son parte integral de la autocomprensión de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas, que se encuentra en su simple declaración de principios: "Una comunión llamada a la comunión, comprometida con la justicia". En nuestra expresión regional de la CMIR, las iglesias miembros del Concilio de Área del Caribe y de América del Norte están situadas en espacios donde hay mucha comunión por celebrar, pero también mucho tarea por realizar en términos de justicia. Las injusticias económicas, ecológicas, raciales y de género abundan en nuestro medio. Sin duda, hay un énfasis importante hacia la solidaridad y hacia la comprensión teológica comunitaria en nuestra tarea conjunta. Pero, al igual que la práctica cuaresmal del ayuno, estar en comunión debe llevarnos a trabajar por la justicia. Estas palabras de Walter Brueggemann lo dicen bien: "Las acciones proféticas de la Iglesia son: decir la verdad en una sociedad que vive en la ilusión, lamentarse en una sociedad que practica la negación y compartir la esperanza en una sociedad que vive en la desesperación". Y que el Dios de la vida nos guíe hacia adelante en nuestros compromisos hacia la justicia por cuanto a la Cuaresma le sigue el grito jubiloso de la Pascua: "¡El Señor ha resucitado! ¡Ciertamente ha resucitado! ¡Aleluya!" —Lisa Vander Wal Vicepresidenta de la CMIR Iglesia Reformada de América del Norte
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