¿Cómo podemos tener una pasión pandémica? La palabra "pasión" a menudo evoca alusiones románticas o designa un deseo ardiente, por lo que puede resultar sorprendente saber que la raíz de la palabra "pasión" es el sufrimiento. El Domingo de la Pasión es el primer día de la Semana Santa en el que marcamos las huellas manchadas de sangre de Jesús hacia la Cruz. El Domingo de la Pasión también se llama Domingo de Ramos para recordarnos a la multitud que saludaba con las ramas de palmas a Jesús cuando entró en la ciudad. Las palmas simbolizaban la felicidad y la victoria, por lo que la entrada de Jesús a Jerusalén a menudo se llama "La entrada triunfal". Algunos eruditos creen que la multitud que les dio la bienvenida pudo haber sido de aldeanos que acompañaron a Jesús durante todo su viaje, y por lo tanto, era una multitud diferente a la que fue incitada a gritar "Crucifícalo", más tarde en la semana. Antes de que las restricciones de COVID limitaran los movimientos y las reuniones públicas, hubo recreaciones de esa entrada triunfal en Jerusalén. En la Iglesia Presbiteriana de Trinidad y Tobago, nuestra junta de Educación Cristiana tendría un mitin del Sábado de Ramos donde miles de niños se reunirían para un día de celebraciones, alabanza, oración y reflexión sobre lo que la vida de Jesús significa para nosotros. ¡Fue un día de abundante inspiración! ¿Volverán esos días? Nos preguntamos. ¿Nos agotaremos alguna vez más caminando por una ruta con un grupo grande cantando y vitoreando? ¿Sentiremos de nuevo la aglomeración de una multitud? Quizás estas sean buenas preguntas para hacernos al pensar en cómo Jesús entró en la ciudad con una multitud, pero buscó consuelo en la soledad de Dios. Los enemigos de Jesús estaban indignados por la aclamación que recibió, por lo que iniciaron un complot para aislar a Jesús, para poder llevarlo a un juicio falso y torturarlo. Jesucristo no se inmutó ni cambió por los vítores, pero aquellos a quienes no les agradaba alimentaron su furia con el combustible de lo que vieron como la popularidad de este intruso de Nazaret. ¿Anhelamos la adulación de una audiencia? Vivimos en una sociedad cuyas tendencias son difundidas por influencers. Vivimos en un planeta donde las naciones compiten no solo por la supremacía militar sino también por el blando poder de dominar corazones y las mentes. Jesucristo nos ofrece gentilmente una extraña contradicción a nuestra forma de entender la vida. Ya sea que esté montado en un burro o sea ridiculizado y azotado, él es el mismo. Ya sea que lo aplaudan al entrar en la ciudad o lo golpeen mientras carga su cruz fuera de la ciudad, él es el mismo. El Domingo de la Pasión nos ofrece la lección atemporal de que, en las vicisitudes de circunstancias muy impredecibles, Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre, y está siempre con nosotros. —Adrian Sieunarine Rector del Colegio Teológico de San Andrés Iglesia Presbiteriana de Trinidad y Tobago Adrian asistió a universidades en Trinidad, Canadá, Estados Unidos, Israel e Inglaterra, y se embarcó en vocaciones en la Iglesia, así como en derecho, gobierno, comercio y educación. Entre los premios que ha recibido se encuentran varias becas y premios Enterprise Teacher en Inglaterra, así como la Medalla de Oro por el primer lugar en Knox College en la Universidad de Toronto. Ha enseñado en los niveles primario, secundario y medio. Es representante legal en cortes de Inglaterra y Gales, y abogado en Trinidad y Tobago.
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Durante un breve tiempo, nuestra más pequeña decidió que casi todo en su vida estaría marcado con "¡ta-dah!" Decir "ta-dah" luego de colocar la última pieza del rompecabezas, luego de elegir un libro para leer, después de ponerse los calcetines, al entrar en una habitación, al ver pasar a un perro, cuando se metía en la bañera, al abrazar sus peluches, al tomar un sorbo de agua. Lo que fuera, ella lo "ta-dah´ba”. Fue algo entrañable. No quería coartar su entusiasmo por "encontrar alegría en las cosas pequeñas", y la aplaudo por celebrar lo ordinario. Pero como puedo ser también una literalista, en ocasiones, tuve que contenerme para no hacerle saber que comer alguna galleta realmente no requiere un "ta-dah". Últimamente me di cuenta de que estuve anhelando un momento "¡ta-dah!" al hablar del tema del COVID. Un momento en el que necesito oír un: “¡ta-dah! ¡Se acabó!" El año pasado hemos estado conteniendo la respiración colectivamente, preguntándonos si nos enfermaríamos y, de ser así, ¿qué tan enfermos estaríamos? ¿Alguno de nuestros seres queridos morirá por esto? ¿Extrañaremos estar con ellos en su último aliento? ¿Se derrumbará (nuevamente) el andamiaje cuidadosamente planeado del cuidado de los niños, viéndome obligada a trabajar mientras reparto bocadillos? ¿Cesará la actitud retraída de mi hijo una vez que regrese a la escuela? ¿Es mi licencia realmente una licencia o se transformará en desempleo? Anhelamos una gran exhalación, una sensación de que finalmente ha terminado. Nos preguntamos: ¿llegará cuando esté completamente vacunada? ¿Cuándo las pautas de distanciamiento social ya no se publiquen en todas partes? ¿Cuándo lleguemos a la inmunidad colectiva? ¿Habrá de pronto un momento en el que pueda ver mi drama favorito en la TV sin entrar en pánico cuando los personajes se dan la mano o se abrazan? ¿Será una señal de que realmente se acabó el día en que pierda el reflejo de tomar una máscara cuando salga de casa? En las últimas semanas hemos estado peregrinando por la Cuaresma y ahora nos encaminamos hacia la Semana Santa. La Cuaresma transita una historia triste, nos cuenta la culminación de la historia de un Dios encarnado, Jesucristo, que recibe una justicia horrible y que es asesinado. “Consumado es”, expresa Jesús, mientras muere. Ta-dah. Pero tú dices: ¡La Cuaresma tiene un final feliz! ¡La Pascua es el "ta-dah!" de la Cuaresma y no la cruz. Sí, en algunos aspectos lo es. Sin embargo, más que un final, la Pascua marca un comienzo: vivir en un mundo donde la muerte ha sido derrotada, un mundo de nuevas incógnitas. Vivir en un futuro aún no imaginado es una tarea difícil. Me enorgullece que cuando nos adentramos en las Escrituras, vemos que a medida que las primeras personas en seguir a Jesús viven en este nuevo mundo, no lo hacen desde una sensación de victoria, con exhalaciones profundas y gritos de "¡finalmente se acabó!", sino con temor, con preguntas, con confusión y con dudas. Poco a poco estoy asumiendo la realidad de que el momento "ta-dah" no llegará con la pandemia. No habrá un momento en el que sienta que puedo exhalar y pensar, "se acabó". Soy una persona diferente de la que era hace un año, somos una comunidad diferente a la que éramos hace un año, y tomará tiempo comprender todas las implicaciones que esto tiene. Quizás toda una vida. Sin embargo, aunque es posible que no tengamos un momento "ta-dah", tal vez como mi hija, podemos aprender a celebrar los pequeños momentos a lo largo del camino. Y nos animamos todo el tiempo porque sabemos que estamos en la buena compañía de quienes nos han precedido. —Rev. Dr. Kate Guthrie Ordenada en la Iglesia Reformada en América (del norte) Trabajando en la Iglesia Presbiteriana de los EEUU en Carolina del norte El tiempo de la Cuaresma es de disciplina y de discipulado en tanto que enfocamos nuestra atención de un modo más intenso en el seguimiento de Jesús hacia la vida eterna. Es un tiempo para dejar ir y para aferrarnos a la vida que realmente es la vida. En este cuarto domingo de Cuaresma, nos centraremos en una de las parábolas más difíciles de Jesús. Es la historia de Lázaro, un hombre pobre, que sufría en el umbral de la puerta de un hombre rico y sin nombre que festejaba suntuosamente y que se vestía con finas ropas. De pronto, ambos hombres mueren. Lo que me llama la atención es que no sabemos mucho sobre ninguno de los dos. No sabemos por qué Lázaro es pobre. ¿Habrá tomado malas decisiones? ¿Es víctima de circunstancias desafortunadas? Y tampoco sabemos qué ha intentado hacer, en todo caso, para aliviar su propio sufrimiento. De la misma manera, tampoco sabemos cómo se hizo rico el hombre rico. ¿Heredó esta riqueza o trabajó duro? ¿Fue el resultado de la crueldad y de la opresión o del ingenio y de la inventiva? Todo lo que sabemos es que el pobre fue llevado al lado de Abraham, donde recibió consuelo, y que el rico fue enviado al Hades para ser atormentado. Respecto del carácter del hombre rico, las únicas pistas que tenemos provienen de su insensibilidad hacia Lázaro; hasta los perros se muestran más preocupados por el pobre. El rico también espera que Lázaro venga a atenderlo en su sufrimiento; todavía esperando que la jerarquía de los ricos sobre los pobres sirva para su comodidad. Aún en la muerte, el pobre era considerado todavía como un subordinado. Abraham no acepta nada de eso, no se inclina ante los deseos del hombre rico; él se coloca junto a Lázaro. El mundo occidental disfruta de una inmensa riqueza a expensas de gran parte del resto de la humanidad. Es tentador imaginar que las personas ricas no tienen la culpa de su riqueza, que ella es bendición de Dios. También resulta tentador justificar la pobreza generacional con acusaciones de malas decisiones o de mal carácter: las personas pobres tienen la culpa. La parábola de Jesús no tiene nada de eso. Parece haber una obligación inherente a las personas ricas de abordar el sufrimiento de las personas pobres, sin considerar cualquier culpabilidad o la razón de esa pobreza. Parte de la descolonización de la teología y de la práctica cristianas es pasar de este mismo desprecio insensible a la solidaridad. Este no resulta un movimiento sencillo de realizar, ya que la solidaridad no entra en las categorías habituales de la mente colonizada. Por ejemplo, la solidaridad no es generosidad. Como escribe Paolo Freire en La pedagogía del oprimido, "un orden social injusto es la fuente permanente de esta 'generosidad' ... la verdadera solidaridad con los oprimidos significa luchar a su lado para transformar" la situación presente. Tampoco la amistad es solidaridad. Como escribe Chanequa Walker-Barnes en Traigo las voces de mi gente, “En la amistad, las personas corren unas hacia otras. En la solidaridad, las personas corren juntas hacia un objetivo mayor ... La solidaridad práctica significa que no simplemente sentimos compasión y empatía por las demás personas, sino que nos comprometemos a estar junto a ellas en la lucha por la justicia. No sufrimos simplemente con la gente; también luchamos junto a ella". Para algunas personas, “solidaridad” resulta ser una palabra demasiado política. Para otras, el “acompañamiento” pareciera ser lo más adecuado. Otras, simplemente se sienten más en casa con la idea de “comunión”. Independientemente de cómo lo llamen, el tiempo de la Cuaresma nos convoca a un camino que desafía la comodidad y la insensibilidad y nos desafía a la disciplina y a la lucha junto a otras personas que están sufriendo por el bien de nuestro mutuo florecimiento. Para algunos de nosotros y algunas de nosotras, no hay ninguna otras razón para dar respuesta a ese llamada excepto uno: alguien ha resucitado de entre los muertos. Aquel de quien Abraham habla hacia final del texto, es Jesús. Aquel que estuvo dispuesto a rebajarse y a tomar la forma de un siervo, haciéndose obediente hasta la muerte, llevando la salvación a todo el mundo sin dudas ni reservas. Fue el mayor acto de solidaridad que el mundo haya conocido. Como resultado, Dios lo resucitó y le dio el nombre que está sobre todo nombre. Doblar la rodilla ante el Señor, implica estar sentados junto a Lázaro en nuestras puertas, luchar a su lado y comprometernos en la búsqueda de la justicia junto a él, donde sea que eso ocurra hoy. —Peter TeWinkle Pastor Iglesia Reformada de la Santa Cruz Islas Vírgenes de los EEUU de NA Peter se encuentra cursando actualmente un Doctorado en Ministerio en la Escuela de Teología de Claremont, explorando lo que podría significar descolonizar la teología y la práctica reformadas. Texto bíblico: Mateo 14:13-21 Alimentarse e hidratarse son necesidades básicas de todos los seres vivos. La diferencia entre otros seres vivos y los seres humanos es que, como seres creados para vivir en comunidad, esas necesidades biológicas tienen un carácter social. En muchas culturas compartir comidas y bebidas son señales de familiaridad, de amor, de respeto, de alegría por estar juntos. En mi país decimos: donde comen dos comen diez. De hecho, la iglesia primitiva, según los textos del Nuevo Testamento, con mucha frecuencia, sino siempre, se reunía para celebrar el vínculo que les unía en Cristo, y lo hacían alrededor de la mesa, comiendo y bebiendo en comunión. Uno de los contenidos fundamentales en cuanto a la misión de nuestra iglesia en Cuba hoy, tiene que ver con la necesidad de servir a aquellas personas en necesidad, aùn en medio de nuestras limitaciones, especialmente las económicas. Agradecemos siempre que muchas de nuestras iglesias hermanas y agencias de proyectos, vienen solidariamente a suplir esas carencias de orden material. El reto para nosotros está en poner límites a esa diaconía para no convertirla en un asistencialismo que fácilmente puede convertirse en caridad vacía de sentido. Comprender que satisfacer las necesidades básicas de todo ser humano no es suficiente para construir los cimientos del Reino de Dios no es cosa fácil. ¡Si lo sabremos los cubanos! Un texto como el que corresponde a este domingo IX después de Pentecostés, no ayuda a reflexionar en el tema y también empodera nuestra capacidad de entender dónde está el verdadero sentido de nuestra diaconía. La narración que nos ofrece el Evangelio de Mateo acerca del llamado milagro de la multiplicación de los panes y los peces nos confirma que el ministerio de Jesús, como antesala del Reino de Dios, estuvo lleno de señales que afirmaban los valores que dan sentido a la propuesta de Dios para el ser humano en Cristo Jesús. Porque no es sólo satisfacer esas necesidades básicas sino crear un espíritu comunitario que comulge con la intención de Dios de que todo ser humano tenga derecho a tener satisfechas esas necesidades. El proyecto del Reino es construir una comunidad, una famiia humana en armonía con toda la Creación. Solidaridad y justicia son imprescindibles para la vida plena que propone el Reino y que anunció Jesús. La solución fácil, que es la que como humanos siempre buscamos, era la que traían los discipulos a Jesús: “El lugar está desierto y la hora ya es avanzada; despide, pues, a las multitudes para que vayan a las aldeas y se compren alimentos” (Mt14:15). La respuesta de Jesùs es firme: “… denles ustedes de comer” (14:16). El llamado como seguidores de Jesús es ser agentes de solidaridad y promotores de alternativas en las que la solucion no sea “comprar” sino “dar”. Ofrecer lo poco que somos o lo poco que tenemos puede ser como esa semilla de mostaza de la parábola, que es la más pequeña de todas pero cuando crece y se multiplica puede ser cobijo para anidar las aves del cielo. Cinco panes y dos peces se convierten entonces en esa semilla, en ese incentivo para que aún en medio de las necesidades y las limitaciones, el pueblo de Dios pueda sentir sus necesidades, todas, satisfechas. El gran problema del mundo hoy, nos recuerda esta historia, no es la carencia de los recursos para alimentar a los seres humanos, sino la falta de solidaridad, la falta de alternativas a la mercantilización de las necesidades básicas de los seres humano, la necedad de no de entender que la mesa del Reino es para todas y todos, no para unos pocos. Dios nos ayude a ser una comunidad de hombres y mujeres, una iglesia con las puertas abiertas y la mesa servida en el nombre de Jesús. Como dice un canto que entonamos mucho acá: “Bendice Señor nuestro pan, y da pan a los que tienen hambre y hambre de justicia a los que tienen pan.” —Pastora Dora Arce Valentin Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba Mi viaje de fe se canta mejor en esta canción que trajo una joven amiga nigeriana de su iglesia local a otra iglesia local en Chicago: Amo tanto a la familia de Dios, tan estrechamente entretejida en una, me han llevado entre ellos y estoy tan contento de ser una parte de esta gran familia. Para mí esta es una “creencia presbiteriana”, que todos pertenecen a la familia de Dios. Adquirí esta confianza y amor en la familia de Dios, radicalmente inclusiva, en mi segunda iglesia en Chicago: Edgewater Presbyterian Church (EPC). EPC era una pequeña iglesia de inmigrantes de Camerún, Nigeria, India, Corea, etc. Nuestros acentos en inglés eran drásticamente diferentes, pero casi no corregíamos nuestro hermoso inglés. A menudo celebramos nuestra lengua materna. Todos los domingos, simplemente aceptaban quien soy, cantando "nuestra canción", que es "lo que espero que los presbiterianos crean": todos pertenecen a esta iglesia. La primera iglesia local en Filadelfia me enseñó como se ha visto hasta ahora la Iglesia Presbiteriana (EE. UU.): Una iglesia “predominantemente blanca”. La segunda iglesia local en Chicago me mostró como se verá la Iglesia Presbiteriana (EE. UU.) en el futuro: una comunidad de personas de la diáspora, a la que todos pertenecen. ¿Como llegué a esa convicción? En este momento sería justo presentarme como una teóloga coreana de la diáspora. Sin embargo, mi viaje de introspección y amor por “quien soy” ha sido lento y aún está en proceso. En algún invierno de la década de 1980 fui bautizada, siendo una bebé, en una iglesia presbiteriana en Corea del Sur. Allí crecí como hija de un músico de la iglesia presbiteriana, que más tarde se convirtió en ministro presbiteriano ordenado en Corea del Sur. Inmediatamente después de la universidad vine a los Estados Unidos para estudiar, en un principio, "Teología reformada" y "Presbiterianismo". Gradualmente aprendí que una gran parte de las creencias presbiterianas y nuestras “confesiones reformadas” provienen de declaraciones teológicas occidentales, europeas, luteranas, calvinistas y barthianas. Cuando se trata de la práctica teológica en el contexto norteamericano, las creencias necesitaban una traducción cultural en profundidad y amplitud. El inglés estadounidense a menudo no llega a traducir la teología, profunda y extensa, arraigada en la rica cultura de Europa occidental. Además, ya ni Europa ni los Estados Unidos poseen el auténtico presbiterianismo o práctica reformada. Ambos adoptaron el contexto cambiante de su "iglesia reformada y reformándose" más rápidamente que otras iglesias presbiterianas en el "Sur Global". Además, la difícil situación de los refugiados, las personas negras, indígenas y de color, y los inmigrantes asiáticos y latinos, está generando otra teología “reformada y reformadora” en el contexto de Europa Occidental y América del Norte. En este contexto cambiante no podía aceptar ninguna etiqueta que los estadounidenses me asignaran, más que "presbiteriana". Ninguna de esas etiquetas podría definir con precisión a dónde pertenezco, de cualquier color, raza, etnia o nacionalidad. Incluso la palabra "coreana" no traduciría correctamente las palabras utilizadas para nuestras comunidades, es decir, han-kuk-in (persona coreana) en han-kuk-mal (habla coreana). "Presbiteriana" fue una de las pocas etiquetas que elegí activamente, ya que abarcaba quién soy: una nómada, una extranjera, una "estudiante internacional" en una comunidad presbiteriana global. De alguna manera adopté mi identidad de “estudiante internacional” desde el principio y todavía lo hago. Está categorizado por la oficina de inmigración de Estados Unidos, los primeros estadounidenses que conocí antes de venir a este país. Al igual que un patito que seguiría a la primera criatura que veía, la primera etiqueta que recibí quedó impresa en mi cerebro. Intenté disfrutar de mi vida en este país con una mentalidad de invitada, espectadora y consumidora, si no una "oprimida" o "colonizada". Sin embargo, yo era de facto una nómada, no una turista. La vida nómada no es fácil, aunque no negaría mi privilegio. A menudo sentí que los “estudiantes internacionales” eran el objetivo de la discriminación en muchos niveles de esta sociedad. A lo largo del extenso viaje, afortunadamente, la Iglesia Presbiteriana (EE. UU.) me proporcionó un hogar donde puedo quedarme como soy, con nuestra teología y adoración presbiteriana, nuestra creencia y práctica, lo que me hizo hablar en los múltiples idiomas presbiterianos. —So Jung Kim Asociada de Teología Oficina de Teología y Adoración Iglesia Presbiteriana (EE. UU.) So Jung estará completando en junio de 2021 un doctorado en Teología en la Universidad de Chicago, Divinity School. Actualmente trabaja y reside en las tierras tradicionales de Cherokee, Shawnee, Wazhazhe (Osage) y Haudenosaunee (Louisville, Kentucky, EE. UU.). |
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January 2023
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