Recientemente he pensado en el cambio. En marzo, mi esposa y yo celebramos la llegada de nuestro primer hijo. Como resultado, los patrones de sueño han sido alterados; las realidades de los viajes han tomado una nueva luz; y nuestros horarios, en particular, han visto cambios sísmicos. En los días es sólo mi hija y yo en casa, por ejemplo, es un buen día si encontré el tiempo de haber cepillado mis dientes al mediodía. Todo ha cambiado. La mayoría de las veces, cuando podemos elegir el cambio en nuestras vidas, nos resistimos a él. Pero a veces el cambio es un empuje sobre nosotros, y no tenemos otra opción que aceptarlo. En lugar de lamentarse en ese momento, pregunto ¿qué podríamos aprender si nos detenemos y miramos a su alrededor? Como mi vida ha cambiado con la adición de la paternidad a mi lista de responsabilidades y privilegios, he venido a ver que mi capacidad de amar ha crecido. No sabía que mi corazón podría ser afectado permanentemente por alguien tan pequeño. Tengo una visión diferente de lo que es más importante en mi vida y cuál es el mejor uso de mi tiempo. Entiendo mucho mejor las alegrías de la vida y la diferencia de la alegría con la felicidad; podría no ser feliz cuando mi hija está llorando, pero todavía es alegre sostener a ese niño llorando en mis brazos antes de que no sea posible. Si hubiera resistido estos cambios a mi personalidad, mi horario, y mi corazón, habría perdido tanto de esto. Pero al abrirme a estos cambios y permitirme ser moldeado por un mundo nuevo y en desarrollo, soy capaz de ser transformado en alguien que es más amoroso, más compasivo, y aún más alegre. Quizás el año pasado nos ha enseñado algo similar. Pienso que las lecciones de cambio que estoy aprendiendo también son útiles en la fe. A lo largo de la historia de la Biblia, Dios se mueve constantemente de diferentes maneras para que el pueblo de Dios pueda crecer en su capacidad de compartir y ser el amor, la justicia y la misericordia inmutable de Dios en este mundo. Cuando es rígido y cerrado al Espíritu de Dios que siempre se despliega, la gente pierde esto. Cuando están abiertos al cambio, la gente crece y el mundo está mejor. Cada día, ya sea con fe o como padre, he aprendido que debería estar abierto al cambio. Debería ser flexible. Debo permitirme a Dios que me sorprenda. Les animo a ustedes que hagan lo mismo. Todos tenemos muchas maneras en que podríamos necesitar alguna transformación. Todos tenemos mucho que aprender. Cada uno de nosotros también tiene mucho amor de Dios que dar. A veces, sin embargo, se necesita un pequeño cambio para cambiar a nuestros corazones a ese amor y a la capacidad de compartirlo con otros. Pero he descubierto que es un cambio que vale la pena aceptar. —Karl Heimbuck Iglesia Presbiteriana (EEUU) Miembro del Comité Directivo de la CANAAC
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El 1° de julio de cada año, las comunidades de Canadá celebran el Día de Canadá. Conmemoramos la Confederación de antiguas colonias británicas que 1867 conforman la nueva nación de Canadá. La gente celebra con barbacoas en sus jardines, con desfiles, conciertos y muchos fuegos artificiales. Las banderas canadienses se exhiben con orgullo en las casas y en los automóviles; incluso pintamos las caras de nuestros hijos con la hoja de arce. Hay mucho que celebrar sobre nuestra nación. «Detesto y aborrezco sus fiestas religiosas…; Aleja de mí el bullicio de tus canciones…; ¡Pero que fluya el derecho como las aguas, y la justicia como arroyo inagotable! —Amós 5:21-24 Esta pasada primavera, se descubrieron 215 tumbas de niños y niñas sin nombre en la Escuela Residencial India Kamloops, en la Columbia Británica, y otras 751 tumbas sin nombre en la Escuela Residencial Marieval en Saskatchewan. Estas fosas comunes sin marcar son parte del doloroso legado de las escuelas residenciales para indígenas en Canadá. Estas y muchas más fueron administradas por iglesias a pedido del gobierno canadiense durante más de 100 años. Puede leer más sobre el peregrinaje de nuestra iglesia en presbyterian.ca/healing Esperamos más descubrimientos similares en la medida que quienes conservan el conocimiento tradicional compartan historias de sitios similares en todo Canadá. O más bien, a medida que más personas no indígenas escuchen y oigan realmente estas historias. Algunas comunidades han decidido no celebrar el Día de Canadá este año como un signo visible de honra y de lamento. Una red de estaciones de radio transmitió grabaciones de relatos personales de sobrevivientes sobre sus tragedias y sus traumas. Como personas cristianas, seguidoras de Cristo crucificado, sufriente y resucitado, celebramos y al mismo tiempo nos lamentamos, en una suerte de tensión: celebramos lo que nuestro Dios dador de vida y liberador está haciendo en el mundo, y nos lamentamos por nuestros pecados y los de nuestros antepasados, sin importar cuando nos establecimos en esta tierra. Con acción de gracias y con humildad nos unimos al ministerio de la reconciliación en Cristo. — Rev. Matthew Sams Ministro en la Iglesia Presbiteriana Willowdal Toronto, Canadá [1] Salió Jesús de allí y fue a su tierra, en compañía de sus discípulos. [2] Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga.—¿De dónde sacó éste tales cosas? —decían maravillados muchos de los que le oían—. ¿Qué sabiduría es ésta que se le ha dado? ¿Cómo se explican estos milagros que vienen de sus manos? [3] ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María y hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros?Y se escandalizaban a causa de él. Por tanto, Jesús les dijo: [4] —En todas partes se honra a un profeta, menos en su tierra, entre sus familiares y en su propia casa. [5] En efecto, no pudo hacer allí ningún milagro, excepto sanar a unos pocos enfermos al imponerles las manos. [6] Y él se quedó asombrado por la incredulidad de ellos. Marcos 6:1-6 [NVI] Este último año ha sido doloroso y frustrante, como consecuencia de la pandemia de la COVID-19 han aumentado el hambre, la inequidad, la desesperación y la muerte. Resulta muy difícil mantener el buen ánimo, las sonrisas y los sueños, en medio de una etapa tan desgastante, por su impacto negativo y duración. Ha cambiado de manera irreversible todo lo que nos era habitual, sin que veamos la salida o posibilidad de alternativas. Todos hemos sufrido cambios y afectaciones, en las diferentes dimensiones de nuestras vidas. En lo personal me declaro dependiente del abrazo, del beso y la sonrisa, no solo por ser un latino "toquetón", sino porque me gusta expresar el cariño de una manera corpórea. Para mí la Comunidad de Fe es uno de los espacios en que compartimos cariño, alimentamos con comida, abrazos y palabras a aquellos hambrientos de cuerpo y espíritu, a la vez que recibimos alimento desde sus vidas. Sufro el distanciamiento, la ausencia de abrazos. Servir como pastor, apoyando en proyectos sociales, en espacios celebrativos-educativos, visitando las casas y las vidas, ha sido hasta ahora un Pentecostés en el que mi voz se suma a la del Pueblo de Dios, hambriento, enfermo, agradecido y celebrante. Extraño eso, como también los espacios del Consejo de Área del Caribe y América del Norte (CANAAC), donde nos encontramos hermanos de diferentes iglesias y países, para conocernos, soñar juntos y celebrar al mismo Dios. En este tiempo podemos coincidir con Jesús en la frustración de vernos sin soluciones suficientes, en el dolor de no poder compartir enseñanzas y sanación como parte de nuestro camino como creyentes cristianos. Sin embargo, pese al asombro, Jesús asumió su fragilidad y de manera humilde encontró nuevas formas de ayudar al continuar su camino. Pensemos en este tiempo de pandemia como un viaje espiritual, en el que escuchemos nuevas y conocidas voces, diciendo palabras inesperadas. Escuchemos la voz esperanzadora de Dios para su Pueblo, en medio del dolor. Aceptemos, aún con asombro, nuestra fragilidad como espacio de revelación de Dios hacia nuevas maneras de vivir. —PP Jesús O. Rodríguez Martínez Iglesia Presbiteriana - Reformada en Cuba Miembro del Comité Directivo de CANAAC Porque «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo». Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito: «¡Qué hermoso es recibir al mensajero que trae buenas nuevas!» Sin embargo, no todos los israelitas aceptaron las buenas nuevas. Isaías dice: «Señor, ¿quién ha creído a nuestro mensaje?» Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo. —Romanos 10:13-17 El versículo 17 de Romanos 10 nos habla hoy a todas las personas, sin importar en qué lugar del mundo estemos trabajando. La CMIR está formada por 232 iglesias miembros que abarcan lugares geográficos de todo el globo: África, Asia, el Caribe, Europa, América Latina, Oriente Medio, América del Norte y el Pacífico. Somos una comunión que trabaja en nuestros variados contextos y locaciones hacia el objetivo común de compartir la fe a partir de lo que se oye: la palabra de Cristo. Nuestro mundo actual se ha visto sumergido en una experiencia idéntica a la de Job (no duden en leer el libro de Job), que puede fácilmente abrumarnos y hacer que el miedo permee cada uno de nuestros movimientos. Afortunadamente, tenemos un don que compartir con el mundo, un don que supera al tiempo, a la edad y a los acontecimientos. La Palabra de Dios es ese regalo y está llena de promesas, de testimonios y de ESPERANZA. De hecho, el mundo necesita oír esta palabra de esperanza en tanto lidiamos con la inestabilidad de la vida en estos tiempos. A lo largo del tiempo, la Iglesia se ha encontrado defendiendo a muchas personas y colaborando con las buenas acciones que se llevan a cabo en favor de la unidad global, la sostenibilidad y la justicia. Como personas que trabajan para el Señor en cualquier ámbito, parece haber un ciclo interminable de protestas sobre las cuales trabajar. Resulta imperioso entonces que, quienes trabajamos en estas funciones, también escuchemos y nos aferremos a las palabras esperanzadoras que las Escrituras contienen, para que no zozobremos en medio de la constante marea de problemas de justicia que sacuden nuestras sociedades. Debemos saturar nuestros espíritus con la Palabra para que lo que salga de nosotros y de nosotras -a través de nuestros labios o de nuestras manos- se rodee de bondad, permitiendo el crecimiento y la gracia. La que sucede es que, cuando la realidad se impone, como a veces ocurre, resulta más atractivo rendirse. La verdad es que el mundo necesita que cada uno y cada una de nosotros y nosotras trabaje diligentemente en sus áreas para compartir la esperanza, la luz, el amor y la gracia. Nuestra tarea es esencial para mantener la bondad y las cosas buenas de esta tierra. La porción de la Escritura de hoy nos impulsa a reconocer que nuestros esfuerzos nunca son en vano. Así que, sigamos trabajando y esforzándonos, trabajando y dando, para que todas las personas que invoquen el nombre del Señor alcancen la salvación. Como Secretario de CANAAC, trabajando en Trinidad y Tobago, un pequeño país del Caribe, valoro la increíble tarea que realizan todas y cada una de las personas en la región de CANAAC y en toda la CMIR. Esto es vivir con propósito y cumplir con la comisión de Jesús: llegar y atraer a las personas al abrazo de Dios, para que ellas también encuentren consuelo, paz, gozo y esperanza en medio de un mundo extraño. ¡Trabajemos todos y todas para el Señor con alegría, sabiendo que servimos junto a muchas otras personas por un mundo mejor, una sociedad justa y un pueblo con esperanza! —Simone Singh-Sagar Coordinador Juvenil Nacional Iglesia presbiteriana de Trinidad y Tobago Secretario de CANAAC |
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January 2023
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